Happy End


A 60 años de la muerte de Bertolt Brecht se estrena por primera vez en Chile la comedia musical que creó junto a Kurt Weill y Elisabeth Hauptmann. Dirige Álvaro Viguera y actúan, entre otros, Geraldine Neary, Gabriel Urzúa, Gloria Münchmeyer y Bastián Bodenhöfer.


Al Capone aún no conoce Alcatraz, tiene 30 años y lleva poco tiempo como rey ilícito de Chicago. Es 1929 y al otro lado del Atlántico, Bertolt Brecht se enfrenta a sus 31 años a la presión del primer estreno tras el éxito de La ópera de tres centavos. Presión compartida con el compositor Kurt Weill y la escritora Elisabeth Hauptmann con quienes creó Happy End, comedia musical que debuta en Berlín en septiembre de ese año, retratando un Chicago controlado por gangsters.

Tenía contingencia y todo lo que se podía esperar de un musical del tipo: canciones, chicos rudos, mujeres lindas, peligro, alcohol y pistolas. Pero no le fue bien y duró poco en cartelera. El contexto y contenido político no ayudaron. El mundo estaba en crisis, incubando la Gran Depresión que se consolidaría apenas un mes después con la caída de la bolsa. Y Happy End apuntaba y disparaba contra el capitalismo con líneas como está: “¿Qué es el robo de un banco en comparación con la fundación de un banco?”.

En un corrompido Chicago la teniente Lilian Holiday lidera un grupo del Ejército de Salvación que pretende enfrentar al pecado de una banda criminal. Su objetivo es convertir a Bill Cracker, cabecilla de la organización, para ello Lilian utilizará métodos poco ortodoxos que pondrán en riesgo su prometedora carrera religiosa al mismo tiempo que la enredarán románticamente con el atractivo gangster. Pero tras la candidez del argumento se trasluce el humor y la ironía de una crítica a lo que se entiende como happy end, resignificando esta aparente lucha entre el bien y el mal como una articulación funcional al capitalismo.

“La obra tiene muchos temas actuales. La crisis hoy es producto de que las ficciones legales y políticas se están destruyendo y el grupo de personas involucrado es bastante amplio. El abanico se ha abierto ya de tal manera que no sabes quiénes son los buenos y quiénes son los malos. En la obra es igual. El final feliz es también una ficción heredada, gringa, por eso la obra es un relato de ese relato y permite una reflexión de lo que está pasando ahora.”, explica Álvaro Viguera, director del montaje que debuta en Chile gracias a una coproducción entre GAM y La Santa Producciones.

El estreno ocurre en el año que se conmemoran 60 años de la muerte de Brecht y mucho tiempo después que cambiara la suerte del texto. En los 50 se volvió a montar en Alemania, en los 60 llegó al West End, en los 70 debutó y triunfó en Broadway con Meryl Streep en el elenco y tres nominaciones a los premios Tony. Y dos de los trece temas de la obra, Surabaya Johnny y La canción de Bilbao, integran el repertorio más popular de la dupla Brecht- Weill.

“No es una obra menor, es una obra desconocida”, asegura Viguera, quien tomó el desafío de sacar al dramaturgo alemán de la lectura restringida y moralizante en la que cree se ha encasillado. Y lo hace manteniendo la época, el texto y las partituras originales. Gabriel Urzúa y Geraldine Neary encabezan el elenco de 14 actores que comparte escenario con ocho músicos y una escenografía de dos pisos que muestra el bar y la sede religiosa en donde, como dice el texto, “sólo puede ser normal que todo tenga un buen final”.

Happy End es la primera comedia musical co-producida por GAM y LA SANTA Producciones y estreno profesional en Latinoamérica.

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