Las bolas del lacayo

"Un rey vive sentado, ordena descansando". ¿Vivimos encerrados? ¿apestados? ¿obsesionados por el oro? ¿felices? Ante la aparición de una terrible peste el Rey es el único que por el momento queda sano y para no contagiarse todos los apestados son encerrados en el calabozo. La soledad le cuesta al Rey la pérdida de su gracia que con ayuda de su estúpido Lacayo hará lo imposible con tal de recuperarla. Una historia para darnos cuenta que la relación entre un amo y su esclavo continúa vigente.

IMPORTANTE- SOBRE VALOR DE ENTRADAS

Frente a un sistema de Reyes y Lacayos donde sólo unos pocos tienen acceso a las propuestas de la cartelera teatral, nosotros nos ponemos patas para arriba y ofrecemos una acción de resistencia cultural: No imponemos un precio de entrada sino que pagan lo que pueden y creen que valió la obra y el que no puede pagar lo invitamos. Es con reserva! Cupos limitados por función, a no dormirse!

El Rey es joven y la mayor parte del tiempo permanece sentado en una reposera frente al sol. Da órdenes desde ese lugar de privilegio como si fuese el dueño de una empresa multinacional. Mientras que el empleado, el estúpido Lacayo, es la calle, la mugre, la tierra. Este doble registro entre el pasado medieval y la modernidad occidental nos permitió encender el juego tragicómico que presentamos en escena.

Después de la llegada de la peste, ocurre la inestabilidad de los personajes donde el poder que posee el Rey ante el Lacayo se confunde. Mostramos ese conflicto con una metáfora: ellos van y vienen en el espacio escénico, cuando uno se adelanta el otro retrocede. Son dos monólogos que se unen y se desunen. Como si fuera un remolino. Los personajes giran, se caen, vuelven a girar. Conflicto en su estado puro. Desencuentro. Desarraigo de sus lugares de pertenencia. Caos. Naufragio hasta llegar a un nuevo estado ya que ni el Rey, ni El Lacayo, ni los espectadores podrán obviar la experiencia que vivieron.

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