¡Pero!...¿quedaba otra?

Cuatro pendejas encerradas en una casa, en un juego interminable de espejos y de duplicaciones se confrontan con los mandatos familiares y un contexto superaxfixiante. Ellas desbordadas, en ese punto límite donde o mueren o matan, avanzan sin piedad ni compasión, allí a fuerza de locura, erotismo (deseos ardientes) y cierto desgarro, se asoman a las ventanas del mundo (dejándolas bien abiertas).
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