La piel de la manzana

Un mito. Un cuento de amor amargo, sucio… negado. La conducta extremadamente feminista (y sanguinaria) de Flora es la que alimenta la negación al amor que de forma patética compasiva le ruega Bruno que acepte. Flora parece no amarlo, pero tampoco lo odia como sí lo hace con el resto de los hombres. Porque esta mujer dedicada a fomentar su condición de hembra al extremo, odia al macho, odia al hombre, pero no puede odiar al niño; al niño lo acaricia, al niño lo amamanta, lo arrulla, lo protege y es eso lo que encuentra ella en Bruno. Un alma naif, infantil. Capaz de reclamarle todo su amor de la manera más estúpida y tierna posible.

El sostén de la negativa del ser amado es de carácter literalmente mitológico. El personaje femenino, Flora, es en el ejercicio una descendiente poética de la heroína Atalanta, la cazadora. El mito de “Atalanta y las manzanas de oro” sirve como base en el accionar y carácter de éste personaje y de gran parte de la obra. Al fin al cabo el teatro es una recreación incesante de lo mitológico y “La piel de la manzana” no es la excepción a la regla.

Inspirada en una fotografía que pertenece a una serie de1997 del artista Bill Thomas, quien se encarga de retratar una decena de formas de suicidarse a través de dispositivos ridículos

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