El Pelicano

Los personajes se hamacan, la historia se mece y nos sumamos a la idea de que el vaiven de la mecedora instala lo salvaje y lo seguro al mismo tiempo. Es una sensación de estar en soledad, en intimidad y en congregación.

EL PELICANO nos muestra esa célula de la sociedad que es la familia luchando por existir en momentos críticos de la historia. Strindberg define su tiempo como una época de transición, agitada e histérica, más de un siglo después en el otro lado del mundo vivimos así nuestra era, la familia, los vínculos, la disfuncionalidad… aquí y allá es el mismo intento por escucharnos casi sin éxito.

A diario nuestra capacidad de sorprendernos se renueva ante los ejercicios de poder que los padres ejercen sobre los hijos… In humanos, demasiado humanos por momentos no encontramos calificativos y seguimos estupefactos ante las nuevas aristas de las bajezas humanas.

La pregunta ingenua que nos hacemos que pasa de un cuadro al otro de una escena a la otra es: ¿Qué más puede pasar? con esa ingenuidad que nos hace verbalizar más de una vez peor no puede ser.

Conmovedoramente tragico, nuestro Pelicano no olvida sino que considera tangencialmente la misoginia tan fuertemente subrayada en los trabajos sobre Strindberg, hemos preferido jugarnos por los absurdos comportamientos humanos que llevan a la autodestrucción: la mentira, la avaricia, la desconfianza, la ambición, el aislamiento, la venganza, el desamor y el miedo.-

“Los juicios sumarios de los autores dramáticos sobre sus personajes deberían ser rechazados por los que saben lo complejo que es el espíritu humano. Mis almas son conglomerados de grados de civilización pasados y actuales, de retazos de libros y periódicos, de trozos de seres humanos, pedazos arrancados a ropas de fiesta que se han convertido en andrajos, exactamente cómo se van juntando las piezas del alma”. Strindberg.-

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