Sentime Dominga

Podría decirse que Sentime Dominga, el nom de guerre de Juan Tauil (te lo encontrás en fiestas minimal ultra privadas, altísimo, unas cintas le cierran la capita cortada a la cintura, chupines muy sexys), se crió con el libro de Doña Petrona, o que aprendió a leer con sus recetas, y a escribir en sus márgenes los trucos de cocina que le enseñaban su abuela materna y Demetria, una mujer del linaje del viejo Santiago del Estero que le contaba historias terroríficas. El libro es una reliquia familiar, regalo de un tío abuelo que había vivido en la pensión que la señora C. de Gandulfo, santiagueña de lustre, tenía en Buenos Aires.

Cuando era niño le fascinaba ver a Demetria cocinar una pasta hecha a mano con huevos caseros, y empanadas criollas cortadas a cuchillo. A la hora de la oración, cuando el sol empieza a ocultarse en el monte santiagueño, el niño se sentaba en un banquito mientras Demetria planchaba y le contaba la leyenda de la Salamanca. Se dice que la Salamanca es un hoyo debajo del árbol más antiguo del monte, donde los changos y las chinitas van a aprender de sus dones. "Para entrar en la Salamanca tienes que ser muy valiente, escupir una cruz, escupir la virgen y después meterte en el pozo. Te llenas de bichos, tienes que soportarlos hasta que llega el momento de encontrarte con el diablo", le contaba. El niño miraba por la ventana hacia un sector del monte donde la débil luz de un rancho humeante y la luna, a lo lejos, le dejaban ver las aves nocturnas, y temblaba de miedo.

La leyenda de la Telesita era otra de sus preferidas: una noche en un rezabaile, de tanto bailar, la Telesita fue alcanzada por las llamas de unas velas y murió quemada entre gritos espantosos. También le contaba la leyenda del Crespín, que cierta vez en que estaba enfermo, quedó solo en su rancho mientras su mujer fue a buscar ayuda. Y que al llegar al pueblo alguien la invitó a una fiesta y se quedó bailando hasta la madrugada, tanto que al regresar, el Crespín estaba muerto. Ella todavía lo busca con un lúgubre canto que se escucha en el monte.

Cuando Juan Tauil era niño sus padres trabajaban en un pequeño almacén con tal tesón que llegaron a convertirse en una de las familias más prósperas del pueblo. Su vida en Fernández era muy apacible: sus salidas predilectas eran acompañar a su mamá a visitar a la modista, la señora de Uriarte, y al vivero a comprar plantas. Pero también rankeaban las visitas a la iglesia con su abuela. Peronista y católica, viuda desde muy joven, trabajaba como empleada de la telefónica del pueblo: era respetada no tanto por su fuerte carácter cuanto por haber rehusado volver a casarse. Mujer de un solo amor, se decía.

En cuanto llegó la prosperidad económica, el padre se compró un Ford Mustang rojo fabuloso, tapizado de cuero blanco. Juan se sentaba a escuchar cassettes, le gustaba sintonizar lugares lejanos, en la tele o en una Noblex 7 Mares. A veces se sentaban en el jardín a escuchar lenguas exóticas y se imaginaba viajes lejanos. Pero el sonido más sensacional era el del tren La Estrella del Norte, que pasaba a sólo tres cuadras de su casa, cuando traía a sus primos de Tucumán.

El peor momento del día del era el de los deportes. En la secundaria, a la hora de gimnasia se escapaba con las amigas que fumaban. Su primer exilio fue a los trece años, cuando se mudó de Fernández a Santiago, la capital de la provincia, a unos cincuenta kilómetros. Ya adolescente, se reunía con sus compañeros a estudiar, a ver películas, a comer mandarinas o a sentarse bajo el sol invernal, en la vereda. Descubrió el sexo con la revista 13/20. Devoraba la columna "El sexo es salud" y las cartas de lectores, en las que descubrió que una chica podía buscar otra chica o que un chico podía enamorarse de un amigo.

Se vino a Buenos Aires al cumplir los dieciocho. Durante la crisis del 2001 la ciudad lo golpeó "de un modo bestial. Recorrí la ciudad en llamas, viví la desesperación de la gente. La ciudad me penetró, me revolcó, me subió y me sepultó".

El proyecto musical Sentime Dominga -letras sobre la leyenda de La Telesita, mapas de Santiago, fotos de una hermosa anciana originaria, un sonido ultracontemporáneo- es menos una banda que "un personaje, una especie de muerto vivo, una aparición, un alma errante, un dandy de otra época". Es el instrumento artístico que Juan Tauil encontró para volver a Santiago del Estero, es un homenaje a su pueblo y un obsequio a "las amigas travestis que me enseñaron a encontrar mi parte femenina y artística; también es un regalo a las mujeres que me criaron". Malva Solís, una señora trans de noventa y cuatro años, le diseñó una remera plisada para los shows. El baúl de Sentime atesora también una boa de plumas regalo de su amiga travesti María Marta Leiva, que obtiene el plumaje de unas gallinas que cría en el patio de su casa de Santiago. "De Juan Tauil queda muy poco, Buenos Aires lo ha fagocitado: Me han matado, me he dejado morir".

Ficha técnico artística
Intérpretes:
Juan Tauil
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