Cumbia

En el patio de una casa. En una noche de verano. Bajo un cielo de guirnaldas. Rodeado de flores frescas recién cortadas y luces de colores; dos parejas se enfrentan bailando para convocar al espíritu de la cumbia. Si los cuerpos no abren sus puertas para dejarse conquistar por el ritmo, el espíritu no llegará. La cumbia es algo más que un ritmo, que una identidad, que un misterio. Es un espíritu voluptuoso que conquista los cuerpos. Planta sus banderas. En este estado humano de carnaval, un personaje guía esta contienda y participa del ritual. Les dicta a los bailarines los pasos que hay que seguir para que los resultados sean alcanzados, para que el espíritu de la cumbia, con su cabeza llena de flores, se haga presente. Antes del amanecer el espíritu deberá hacer su conquista.
El cuerpo habla. El cuerpo narra. El cuerpo es un parlante, una pantalla por donde los secretos se manifiestan con una claridad ancestral. Primitiva. Y la cumbia como el ritmo más ancestral que tenemos pueda hacernos conocer nuevas cosas sobre el ser humano. Sobre lo que hay de profundo en cada persona y que sólo pueden ser vistas en calidad de baile, de fiesta.

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