Shéda

En el desierto de tierra y rocas aparecen de la nada seres caídos. Estos seres vienen de otro lado, donde sin duda eran poderosos, inteligentes y estaban adaptados al mundo que los rodeaba. Quizá son ángeles caídos. Cualquiera sea el caso, se nos presentan como hombres y mujeres, a veces sombras humanas, que han venido a contar los ruidos del mundo, del miedo y de la soledad. Están allí para nombrar el pasado a fin de poder vivir el presente, para seguir existiendo sobre al aceptar su fragilidad, en este campo de batalla que es la vida. Monólogos, diálogos, alocuciones dirigidas al público: sus palabras llenan el espacio de esta cantera, amplificadas por la música y el canto. Aquí, la historia no es importante como tal: lo fundamental es la fuerza de quien la cuenta. Porque para Dieudonné Niangouna las palabras devoran el mundo. Durante los últimos 11 años, el autor, actor y director congoleño ha estado elaborando “Shéda”. Mirando imágenes, comprendiendo situaciones, escuchando sonidos. Hoy, conjuga este flujo de imágenes y palabras, desplegándolas en un fresco metafórico tanto sobre la vida como la muerte, la violencia como el amor, la cordura como la locura, el estancamiento como la esperanza. Una fusión de palabras y pensamiento transmitida por un coro de 14 actores y músicos africanos y europeos, incluyendo al mismísimo Dieudonné Niangouna. Las figuras de “Shéda” se enfrentan, caen y vuelven a levantarse en búsqueda de agua, garantía de supervivencia en un mundo asolado por la sequía y la desolación. “Shéda” es también la totalidad de lo que constituye la vida: lo que conocemos por la experiencia y lo que no sabemos pero está en nosotros debido a nuestra propia historia, la de nuestros ancestros, la que supimos construir en sueños y libros.

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