También las cosas mueren

En un sótano del Bajo Flores cuatro mujeres vestidas de Geishas son retenidas para ofrecer servicios sexuales a los hombres. Estropeadas, ajenas y comerciadas sueñan, planean, recuerdan. Delia no conoce otra dicha más que la del sexo. Beatriz espera a su enamorado que cada viernes la visita, podría ser un sueño, un extraño o el mismísimo Carlos Thompson. Lucrecia desea morir con todas sus fuerzas abrazada a la jaula de un pájaro que ya no está y Marina, la más instruida, planea la rebelión de las putas mientras sueña con los fantasmas de las cosas que dejó en la vida que le robaron. En un plan improvisado intentará dar y darse libertad cuchillo en mano pero las cosas no funcionan según lo planeado y el adentro se vuelve aún más árido con heridas abiertas y se hará carne el fantasma de todas las cosas, de la jaula, de las fotos, de ellas mismas.

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