Donde el viento hace buñuelos

Teatro CELCIT. Temporadas 2004-2005-2007-2014

El argumento es muy sencillo. El personaje Catalina y el personaje Miranda se acercan a una instancia decisiva en sus vidas. Mientras esto sucede, recuerdan momentos donde los días se presentan sin ningún orden. No existe orden en el tiempo, no existe orden en el espacio, ha desparecido la crónica. La única posibilidad de ordenamiento son los afectos pero estos son imprecisos, ilusorios.
El orden, entonces, no es probable; es la organización precaria de nuestros afectos lo que garantiza que el otro no se pierda en soledad, es esto y únicamente esto lo que justifica nuestra entrega sin reservas a otro ser humano.
A veces pienso la vida como un conjunto de fisuras, de grietas, de donde sale una luz tan intensa que me hace sospechar que ahí dentro, algo sucedió.
Tal vez se trate de captar el resplandor de lo sucedido.
La vida fracturada me permite preguntarme: ¿qué es lo que me hace humano, la certeza de que he nacido, de que vivo, de que voy a morir? No sé, tal vez sea mi relación con el dolor del otro, pero no el dolor lacerante tan grato a ciertas religiones que lo elevan a categoría fundamental. No, el dolor del que les hablo es aquel que surge del incesante acto de vivir, en el transcurrir no en soledad sino en alguien que está fuera de nosotros, en otra persona, en la soledad de mi semejante que es mi propia soledad.
El acompañar al otro en su acto de vivir-morir funda una pequeña comunidad afectiva; la amistad es una de sus manifestaciones más intensas, tan profunda como "...bahía de aguas profundas..." Arístides Vargas

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