El gorila

El gorila y nosotros

“Es la triste historia de un simio capturado que, para evitar ser exhibido en un zoológico, emprende el arduo camino de aprender a hablar un lenguaje humano, para así deslizarse en una sociedad que termina por demolerlo. Su único triunfo es ser premiado por una Academia Universitaria que no le reconoce un alma consciente, sino que lo admira por ser una bestia capaz de imitar el habla y la conducta de un hombre mediocre. El gorila kafkiano es una víctima total. Ni más ni menos que los emigrantes que se amontonan en barrios-guetos, a quienes se tolera y usa en labores despreciadas, sin nunca aceptarlos como conciudadanos…Me pareció que Kafka no le daba la oportunidad a su mono de expresarse, insurreccionarse, triunfar haciéndose consciente de que la felicidad consiste en ser lo que uno es y no lo que otros nos obligan a ser. Completando entonces ese escrito base, creé un monólogo teatral que muestra el despertar de una mente, al comienzo primitiva, luego vindicativa, y por último iluminada, es decir consciente de la inutilidad de todo parecer que nos aleja de la autenticidad. En cierta manera, yo, hijo de emigrantes ruso-judíos varados en Chile, para ellos el ano del mundo, padecí en mi niñez el rechazo de una sociedad que nos veía diferentes, palabra para ellos simbólica de nocivos. Es dramático el esfuerzo de integrarse, habiendo cortado nuestras raíces, en un mundo que nos tolera pero desprecia. De esto habla El gorila…Me concierne tanto esta historia que sólo pude entregársela a mi hijo Brontis, si bien francés por su lado materno, eterno emigrante al lado mío, a quien arrastré en su infancia de país en país, repitiéndole ‘Tu patria son tus zapatos’. Nadie como él puede interpretar a ese simio, sin territorio, sin familia, sin amigos, siempre encarnando un personaje ante un público que lo admira sólo por ser un monstruo inofensivo. Los actores son también emigrantes, gorilas, inadaptados, difícilmente ensalzados y fácilmente demolidos por el público, admirados como ‘personajes’ y nunca como personas.

¿Pueden trabajar en paz un hijo y su padre? En este caso sí. Nos concernía tanto el tema que nos fundimos el uno en el otro. Cuando al final creamos la escena donde el mono realiza su insurrección, nos tomamos en brazos y pensamos, llorando, en nuestros antepasados, un árbol genealógico de tristes pero esforzados gorilas.”

Alejandro Jodorowsky, febrero de 2009.


De ayer a hoy

“Cuando Alejandro me propuso actuar El gorila, primero me negué: ‘No hago teatro para estar solo en escena…’. Pero su fe en este proyecto y el buen recuerdo del trabajo durante nuestras dos precedentes colaboraciones, Ópera pánico y Un sueño sin fin, me convencieron de dar un salto a lo desconocido.

Durante mis siete años como miembro del Théâtre du Soleil, Ariane Mnouchkine solía recordarnos que ‘actuar es poner en forma pasiones’, y hacíamos muchas improvisaciones con música antes de abordar el texto. Antes de eso, al inicio de mi formación como actor, las intensas horas de trabajo con Riszard Cieslak estaban dedicadas al cuerpo como vehículo imaginario íntimo. Sin la precisión del cuerpo, el texto tenía poco interés. Más atrás todavía, recuerdo que durante mi niñez Alejandro me enseñaba las bases del mimo, ese arte silencioso que hace visible lo invisible, y que él mismo había aprendido con Étienne Decroux y Marcel Marceau.

Este ‘gorila’ se reveló ‘ser’ en el punto donde estas exploraciones se cruzaban, al servicio de un texto que encontramos a su vez cómico y conmovedor; la historia, similar a la de un actor, de un ser que poco a poco adquiere el habla, y gracias a él, encuentra el camino de su libertad.

Es conocida la ambigua relación que Kafka tenía con su padre. Pero menos se sabe que entre sus primeros textos se encuentran cortas obras de teatro, que él mismo actuaba para su familia. Me gusta imaginar que, cerca de cien años más tarde, su texto llevado al teatro fue el marco de una relación padre/hijo aplacada, al servicio del arte.”

Brontis Jodorowsky, julio de 2010.

Le gorille fue estrenada en 2009 en Bruselas y luego en 2010 en el Théâtre du Lucernaire de París. En esta adaptación, Alejandro Jodorowsky acentúa el humor de Kafka y subraya en la tragedia del gorila la de todos los que para encontrar su sitio y ser aceptados en este mundo, se pliegan a ser “otro”, diferente a ellos mismos. Fruto del encuentro artístico entre Alejandro y Brontis Jodorowsky, El gorila propone una mirada cáustica sobre nuestra vida moderna y sugiera que la verdadera libertad se encuentra más allá del “éxito” social impuesto por el mundo de hoy.

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