Nada del amor me produce envidia

Soledad Silveyra interpreta a una costurera de barrio que tiene un vestido que se disputan Libertad Lamarque y Eva Perón, como símbolos de un país enfrentado. Y así como se cose y descose una prenda, surge el relato de un ser herido en su soledad absoluta. Un ser que tiene la voz de los que sólo pueden callar y hacer silencio. Un ser de palabras y gestos pequeños que, cuando menos se espera, estallan y se vuelven enormes, como una llamarada vital que todo lo consume.
Una suerte de leyenda urbana, nutrida por los chismes y murmullos que van escondidos de oído en oído por cocinas, despensas y peluquerías, atravesado la historia artística, pública y privada de sus personajes, así como la de las últimas décadas de nuestro país.

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