Las criadas

Suele decirse que las obras pueden ser viajes. Agregaría que con cada una se recorren mundos distintos. Los hay más próximos y reconocibles, en donde se habla una lengua cercana a la nuestra. Pero hay otros que visitamos muy de vez en cuando. Creo que Las criadas es uno de esos mundos; mejor sería decir: Genet es uno de esos mundos, con un lenguaje propio y contundente que nos habla de nosotros mismos de un modo revelador, devastador. Al explorarlo, descubrimos que se trata de un mundo que es uno y son muchos a la vez, y en donde –al modo de ciertos cuentos de la infancia– uno puede (o debe, porque no hay alternativa) elegir su propia aventura. El propio Genet nos dice: “...voy al teatro para verme, en el escenario (restituido en un solo personaje o gracias a un personaje múltiple y bajo la forma de un cuento), de una manera que no sabría –o no me atrevería– a verme o a soñarme, y sin embargo tal como sé que soy”.
Esta noche de Las criadas es la invitación a una aventura, una de las tantas posibles. Una aventura en la que nos hemos embarcado y a la que esperamos usted se sume y sea de la partida.

Ciro Zorzoli

EL AUTOR

ALGUIEN CAPAZ DE CONVERTIR
LA FEALDAD EN BELLEZA

Contradictorio feroz y, a la vez, consecuente con su forma radical de percibir el mundo y de vivirlo, Jean Genet es uno de los autores franceses más relevantes del siglo pasado. Nació en París en 1910 de padre desconocido y su madre, una prostituta, lo abandonó antes de cumplir un año. La necesidad lo condujo al robo y a la prostitución. Pasó varias veces por la cárcel, donde comenzó a escribir. Tras diez condenas consecutivas, sólo la intervención de Sartre, Picasso y Cocteau pudo salvarlo de la cadena perpetua. Su primera novela, Nuestra Señora de las flores, recoge buena parte de su vida marginal, como la autobiográfica El diario de un ladrón, a la que le siguieron El milagro de la rosa, Querelle de Brest y Pompas fúnebres. En 1947, escribió su primera y más emblemática pieza para el teatro, Las criadas, que junto con Alta vigilancia, El balcón, Los negros y Los biombos lo situaron como digno continuador de las ideas de Artaud y su teatro de la crueldad. A partir de los años sesenta, defendió los derechos de los prisioneros y los inmigrantes, e hizo suyas causas como la de los Panteras Negras y la de los palestinos. Casi olvidado, fue hallado muerto en 1986, probablemente por un traumatismo tras una caída fatal, y enterrado en el cementerio español de Larache, en Marruecos. Witold Gombrowicz, que lo conoció y admiró, escribió: “Genet es capaz de convertir la fealdad en belleza, y lo sórdido y siniestro en poesía”.

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