Never Try

Never try se detiene fugazmente en interrogantes tales como señalar que tal vez el fin y sentido último del arte ya no pase hoy por la belleza, la melancolía, la sonrisa, el gusto, el asco o la provocación tal como alguna vez pasó. Pero quizás tampoco llegue nunca a revelarse completamente y de una única manera como aún hoy se espera que se revele.
Lo grotesco –como no podía ser de otra manera– consuma el espectáculo en mezclas peligrosas de encanto y extrañeza con el vestuario y el diseño de iluminación.
En clave irónica se asume un posicionamiento frente al arte: nunca aspires a hacer algo distinto sin antes intentar crear a conciencia de que mucho (sino todo) ya está hecho. Saberse creando al amparo de otros artistas es posiblemente una vía –entre otras– de superar el vértigo de la página en blanco. Paradójicamente tampoco sirve, al parecer, querer voluntariamente alejarse de lo ya hecho: el desvío, la rebeldía son apenas formas aparentes de la transformación estética. El retorno al punto de partida nos confirma que es inútil pretender escapar del artificio que el arte hace visible.

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