El Movimiento Continuo

Todos tenemos en la cabeza los planos de la máquina del movimiento contínuo, idea maravillosa que nos va a hacer ricos de la noche a la mañana. Pero por hache o por bé nos cuesta encontrar la piecita del movimiento incial y la búsqueda de esta piecita insignificante nos puede tomar toda la vida. Mientras tanto la rebuscamos de la peor manera: trabajando. Nos encerramos en oscuras oficinas, nos ensuciamos las manos lavando platos o levantando ladrillos, convivimos en simbiósis con un monitor o curamos enfermos sin gasa ni jeringas. Pero todos los días, como la zanahoría que cuelga delante de la cabeza del burro, la ilusión de encontrar el contrapeso justo que haga funcionar al invento colosal nos ayuda a levantarnos. Y a seguir adelante.
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