Mirando pasar los trenes

Tres personajes, un sitio en guerra y el goteo escalofriante de trenes, gatos y pájaros

A la estación de trenes de un pueblo llega una fotógrafa, Ofelia, junto a su hija Ana; espera que el hombre más poderoso del pueblo venga a buscarla. La presencia de las mujeres sorprende a Rodrigo, el joven que atiende el bar de la estación, acostumbrado a no recibir a nadie. Rodrigo será tentado por Ofelia para que colabore en su búsqueda de las mejores fotos del lugar. El joven intuye que el mundo que Ofelia le ofrece no es mejor que el suyo. Una luz de esperanza aparece en la vinculación entre Rodrigo y Ana, niña rica con tremendas carencias. Ambos víctimas del poder que Ofelia despliega para someterlos a sus fines. En ese páramo la realidad se hace presente y se apodera del espectador, que terminará envuelto en un clima de poder y sometimiento pleno de poesía.

"Mirando pasar los trenes es una metáfora encarnada en cuerpo de madre sobre la ceguera de todos los seres humanos. ¿Hasta dónde somos capaces de ir para conseguir nuestras metas?; ¿Cuánto y qué estamos dispuestos a sacrificar en pos de nuestros éxitos?", comenta Daniel Dimeco

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