Villa Gauna

En un tiempo que parece estar marcado más por los movimientos de las aguas del Maldonado que por las agujas del reloj. La familia Gauna transcurre en su vieja casona a orillas del arroyo. Entre deseos incumplidos, reminiscencias de un pasado contradictorio que se actualiza según las miradas impertinentes de sus integrantes y la imposibilidad del cambio signada por una clase a la cual no pueden escapar, se establecerán lazos, pactos y enfrentamientos que darán cuenta de las aspiraciones individuales de quienes componen ésta familia.
Esta obra, que navega entre el sainete y el absurdo parece fundir en un mismo instante el devenir de la República Argentina. Donde la historia ya no pertenece al pasado sino que es un presente continuo plausible de ser modificado según los intereses de cada uno de los personajes. En esta obra tampoco hay tiempo para juicios de valor, éticos o morales pues la práctica del ritual está por sobre todas las cosas. Los hermanos Federico y Soriana Gauna gozan de las remesas enviadas por su hermano Humberto quien se desempeña como Cónsul en Paraguay, esto le permite a él entregarse a una vida donde el trabajo no es su principal preocupación. Ella busca su norte cruzando el arroyo, en la mirada del rubio, ese hombre blanco y de ojos celestes. Armando Senillosa primo de ambos, encontrará en la ribera del Maldonado el espacio ideal para inscribir en las páginas de la familia sus frustradas historias de cruzadas, campañas y conquistas del suelo patagónico. Berta en cambio, buscará el apoyo que le permita concretar sus exóticos proyectos en las islas del viejo e inexplorado Tigre, donde la frondosa vegetación oculta el aspecto más siniestro de una familia. Carmen, por último, entenderá a los Gauna como el puente que la aleje de las turbias aguas de su Maciel natal hacia los grandes estudios radiofónicos y cinematográficos.
El recurso de puesta y la estética elegida por los actores y la dirección le da un sentido permanente a un discurso quebrado, contradictorio y en muchas oportunidades absurdo, siempre al servicio de la enunciación, la expresión y la acción teatral. Con una puesta en escena de carácter laberíntica, los objetos y la escenografía se resignifican a servicio del actor. Los elementos aparecen, desaparecen, mutan y se fagocitan antes de ser advertido por el espectador.
Sin ser su objetivo principal esta obra satirizará y demolerá, política y estéticamente, a la petrificada cultura aristocrática argentina que siendo testigos de su propia e irreductible declinación, buscará perpetuarse en una placa, un libro o en una canción.

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