Los que volar no saben

Compañía Knuck

Un castillo "sí, un castillo" en medio de la nada, a unos kilómetros de Córdoba, a comienzos de los años sesenta. Bruno, el hijo de la mujer que se hace llamar "la Marchesa" (título italiano) le informa a su madre que invitó a una joven al cumple de su hermano menor, Freddy. La Marchesa se alegra; será un excelente regalo para Freddy.

Cuando llega la joven, llamada Laura, se da cuenta que está en un castillo de locos. Todos (La Marchesa; su asistente, Rupprecht; y su secretaria, Mlle. Mathilde) miman a Freddy, que acaba de cumplir 18 años, y que todos consideran un "superhombre". Si bien a Laura le cae mal el "chiste" de que ella es su regalo de cumpleaños, entabla una amistad con Freddy, que es, de hecho, un chico muy sensible y "nada sorprendente ya que jamás ha salido del castillo" bastante confundido.

Pronto Laura descubre que la Marchesa es una gran admiradora de Hitler y de Mussolini, y que está preparando al ?superhombre? para que sea el líder del futuro. La Marchesa le entrega a Freddy su regalo de cumpleaños: una Laura narcotizada, para que haga con ella lo que quiera. Pero Freddy, en lugar de hacer lo obvio, le pregunta si sus ídolos, Hitler y Mussolini, habían sido ?malos?.

La Marchesa tiene todo preparado para convertir a Freddy en un superhombre de verdad, a quien no le preocupan pavadas como la moralidad y el afecto. Provoca un duelo entre Freddy y Bruno y, al ganar Freddy, lo hace ?matar? a Bruno: es decir, dispararle con un revólver en que no hay balas. De esta manera le convence a Freddy que matar es un juego, y le pide que mate a Laura. Pero, sin que él se dé cuenta, ha puesto balas en el revólver.

Laura, enterada del engaño, se enfurece tanto que, sacándole a Freddy el revólver, llama a todos los ocupantes de la casa. Tiene el agrado de mostrarle lo cobardes que son; nadie, de hecho, quiere que lo maten. Los obliga a abrir una ventana para que entre la luz, y le convence a Freddy que se vaya con ella del castillo: no porque ella lo ame, porque de hecho ella no puede decir que lo ame, sino porque es la única manera para que él sea libre.

Desesperada, la Marchesa juega su última carta: le dice a Freddy que, en una noche memorable del 1943 en que Hitler y Mussolini se encontraron en Feltre en el Véneto, ella se acostó con ambos para engendrar al superhombre que sería un digno sucesor de los líderes del nazifascismo; Freddy es el hijo de uno de ellos (ella no le puede decir cuál). Freddy casi se derrumba, pero Laura le convence que, sea quien fuere su "verdadero" padre, él es libre, y por lo tanto responsable de sus decisiones morales.

Laura se va con Freddy. Imperturbable, la Marchesa le informa a Bruno que los magnates que vendrían al día siguiente para conocer al Superhombre tendrían que conocer a alguien; él, Bruno, el hijo olvidado de la Marchesa, sería el Superhombre de allí en adelante, y sería entrenado para ser el líder del futuro. Y Bruno, imbécil como siempre, está encantado.

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