Tu eres para mi

Elizabeth recibe una inquietante noticia: César, su ex, está por irse a vivir con su pareja actual. A pesar de que en los días subsiguientes intenta continuar con sus actividades cotidianas su pensamiento está nublado. Sus rutinas, las actividades que usualmente componen, llenan y satisfacen su vida, no logran hacer sentido. Celos? Pero acaso no fue ella quien decidió cortar con César hace ya más de un año? Elizabeth no advierte en un principio que aún queda algo por soltar: el recóndito pedacito, el postrímero rincón de su duelo. La acompañamos en ese íntimo tránsito, tal vez el más callado, el menos espectacular -aunque no el menos hondo-, tan diverso de la grandilocuencia, la infinita misericordia y el prestigio social que despiertan los divorcios en el momento preciso en que se consuman.

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