El Matadero. Un Comentario.

Obra dramático-musical

Aquí la muerte es un hábito
colectivo
Al compás del violín
la Refalosa y Tin Tin
¡Viva la muerte!


Introducción a la obra
El Matadero. Un comentario es una ópera para dos protagonistas, una bailarina y ocho voces. Se hilvana a partir del texto de Esteban Echeverría, y perfila una mirada contemporánea sobre la problemática fundacional de la estructura histórica de nuestro país y de nuestra cultura. La Argentina como monstruo bifronte de civilización y barbarie.

Cajetillas, mazorqueros y un personaje "toro/vaca", además, entran y salen de la epidermis de "La Refalosa", un poema de Hilario Ascasubi, y a partir de múltiples referencias a la literatura universal, la historia política argentina y la cultura popular, muestran el cuerpo eviscerado de lo que llamamos Nación.

El Matadero según Emilio García Wehbi
Utilizando el original de Echeverría como un pre-texto, a la manera de un encofrado de construcción, me propuse escribir un libreto que pudiera contener tanto las voces como las ideas de los personajes que, desde la fundación de la patria, han colaborado -en un proceso esquizofrénico- a la construcción / destrucción permanente del país. El concepto con el que decidí trabajar no fue ya el de civilización o barbarie, sino civilización y barbarie. Y es a partir de esa noción, y tomando prestadas citas, referencias y textos de diversas índoles (manuales de comportamiento vacuno, fragmentos de textos y poemas de la literatura argentina y universal, citas históricas, etc.) que se organiza el cocoliche de voces de aquellos que no han cejado en su afán de acallar las voces del otro. De ese modo, este Matadero funciona como un comentario.

Con respecto a la escena, la decisión de trabajar con una especie de "santísima trinidad", compuesta por el Cajetilla, el Mazorquero y el Toro/Vaca -con la presencia de una especie de coro griego-, me condujeron a una especie de síntesis formal en la que se destacan una serie de objetos paradigmáticos de la representación del texto de Echeverría.

El Matadero según Marcelo Delgado
La ópera es el género vocal por excelencia, el escenario de las voces espléndidas, el teatro de la voz; su soporte natural es la orquesta, que genera el magnífico telón sonoro sobre el que se inscriben las evoluciones del mejor de todos los instrumentos posibles. La apuesta de El Matadero es dejar a las voces expuestas a su soledad, sin esa red de contención que forman los instrumentos; dispuestas en solitario en el espacio acústico, deben, por sí solas, generar todo el clima la obra.

La nouvelle de Echeverría plantea de un modo categórico la coexistencia de los bárbaros y los civilizados, en una geografía que los envuelve y los involucra de manera definitiva, en donde la pulsión de la muerte es pareja en ambos bandos. Hay dos dispositivos en la obra, que coexisten yuxtapuestos y superpuestos: las voces de los dos protagonistas, por un lado, y las del coro, por el otro. Los protagonistas: una voz cultivada en las técnicas de la tradición del canto refinado de los salones (el unitario, nuestro Cajetilla), y otra que responde a los usos populares, con su grano desgarrado (el bárbaro, nuestro Mazorquero). El coro: un sexteto vocal masculino que, alternativamente, funciona como coro cantado -en línea con la tradición- o como orquesta vocal, una maquinaria capaz de producir las otras sonoridades de la voz, la bestia que se oculta en la garganta.

Las regiones que El Matadero delimita (hasta aquí la civilización, desde aquí la barbarie) se expresan de manera evidente en las voces protagónicas, pero no son regiones fijas para el coro; éste se desdobla para conectar una con otra, para establecer entre ambas una complicidad que va más allá de lo estrictamente musical.

Las fronteras han sido hechas para atravesarlas, y el contrabando es una de las excusas para hacerlo. En esta actividad múltiple, subrepticia por momentos y evidente en otros, se desarrolla este teatro de las voces.

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