Minetti

Minetti es en sí misma un homenaje al actor aún en el universo de ese maledicente dramaturgo que es Thomas Bernhard. No solo porque la obra lleva el nombre del gran actor alemán Bernhardt Minetti, a quien le fue dedicada por el autor, sino porque en ella expone al actor a su despedazamiento por "las máscaras", imagen arrolladora de un mundo que aniquila, precisamente, a aquellos de quienes reclama belleza y emoción.


"El arte dramático como objeto de la existencia, ¡qué monstruosidad!". Palabras de Minetti, el actor que viene a morir tratando de encarnar a Lear como último gesto de su existencia. El mismo viejo actor que ha sido aniquilado al ser barrido del escenario y que lleva treinta años haciendo su Lear en soledad, ante el espejo. Ahora intenta tener un público antes de que la nieve lo cubra totalmente. Es la "actoralidad", es la "teatralidad", es el arte que muere con el artista y cuyas huellas cubre la nieve. No quedan rastros. Es la vida misma.
La acción está ceñida a su protagonista y una única antagonista: es los otros, es el mundo, es quien pide entretención y ve extinguirse a sus convocados, es, también, la muerte. Y es, al mismo tiempo, quien comprende y contempla, con ironía, el devenir de lo que desde siempre se sabe que va a ocurrir. Para ella, no "es monstruoso que nieve en Ostende". Simplemente, puede ocurrir.
¿Por qué no?

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