Futuro Negro

El espectáculo, basado en cuentos de Roberto Fontanarrosa, se compone de dos partes: “Los últimos vermichelli” y “Sueño de barrio”.
En la primera parte se trata de los últimos momentos de varios gordos encerrados en un frigorífico con miras a ser exterminados. Mientras tanto, dentro de su incertidumbre, se deleitan con los sueños de lo que desearían comer y que ya se les será imposible en este mundo donde está prohibido pesar más de 75 kilos.
En la segunda parte se trata de un interrogatorio judicial a un personaje que soñó que se acostaba con su joven vecina del barrio. La policía, los familiares de la muchacha y alguna chismosa participan en este singular juicio por soñar algo prohibido.
Si ya los planteamientos son de lo más desfachatado, la puesta en escena, dirigida originalmente por Graciela Serra, es de lo más memorable. Vestidos totalmente de negro y con poca utilería, en un espacio reducido, los dos actores representan a 18 personajes a un ritmo veloz, con una gestualidad tan plástica, tan “elástica”, que sugiere efectivamente las fisonomías y caracteres de los personajes. Su bien desarrollada capacidad corporal les permite recrear los espacios imaginarios donde se mueven con soltura a saltos y a giros, y en cuestión de segundos se convierten en otros personajes, para de inmediato pasar a otros o volver a los anteriores e incluso intercambiarse los papeles, además de cumplir la función de narradores, cuando se requiere.
La puesta en escena de Futuro negro es modelo de un teatro de pocos recursos materiales de inversión que aprovecha sobre todo la aportación humana. Son los actores, con sus virtudes escénicas, los que hacen viva esa obra teatral y no el despliegue de recursos escenográficos y tecnológicos

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