Tartufo

El ícono del teatro tiene dos caras, como una moneda. Dos máscaras con idéntico protagonismo, como si un secreto equilibrio las mantuviera alineadas. Sin dudas, el placer de ver teatro se cumple en una tragedia de Shakespeare como El rey Lear, o en una comedia de vida eterna como lo es Tartufo, a la manera francesa del brillante Molière.

María Molina se embarcó en este proyecto, tal vez intuyendo el momento oportuno de una gran comedia, clásica, universal, construida de rasgos tan antiguos y vigentes como la humanidad misma. Comenzó a trabajar en abril con un grupo numeroso de actores y ya en los umbrales de su estreno, se ocupa de las sutilezas finales de este espectáculo tan entretenido como profundo en sus críticas.

Molière presentó Tartufo en 1664 y fue prohibida por desenmascarar la hipocresía y cierta manipulación de los valores religiosos, pero en 1669 Luis XIV de Francia la autoriza y sale a la luz, generando hasta el día de hoy, innumerables puestas en escena y películas de las más diversas nacionalidades.

El tema que trata, está íntimamente ligado al título de la obra: "Tartuffe" es el nombre dado a la trufa, un hongo subterráneo que vive asociado a las raíces de ciertos árboles, principalmente encinas, robles, castaños, y nogales. En síntesis, es la metáfora del comportamiento oscuro, parasitario, inescrupuloso en los medios para conseguir fines ambiciosos.

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