Marcelo Savignone es actor, director y docente. Quizás su nombre se identifique con la compañía teatral Sucesos Argentinos y espectáculos de improvisación, con los cuales ha abierto un campo importante de investigación y territorios no transitados por el teatro argentino. Pero como si fuera poco hay mucho más que conocer.
Dueño del Belisario Club de Cultura, pero con ganas de alejarse de la luces de la calle Corrientes para sumergirse en algún galpón de Villa Crespo. Entre grabaciones de TV, clases y ensayos, Marcelo nos concede esta nota para hablar acerca de su trabajo y nos invita a su estudio en Palermo, en plena entrada en calor de sus alumnos, para disfrutar de su brisa tan cargada de expresividad. 
 
¿Cómo definirías tu trabajo?
Tiene que ver con generar un lenguaje y con aquello que tengo ganas de contar y expresar. En general me baso en el lenguaje de los cuerpos y para la creación utilizo la idea de “manchado” del pintor Francis Bacon, la idea del accidente. Postulo el espacio teatral como si fuera una tela para poder manchar con los cuerpos y a partir de ahí delinear para donde va la creación. Por eso mi trabajo tiene mucho que ver con el juego, con lo lúdico y una reflexión muy profunda de ese momento.
 
¿Te sentís identificado con una estética o poética particular?
Trato de que no. Una de mis pautas este año fue terminar con el nombre “Sucesos Argentinos” porque sentía que los medios me estaban encasillando en la improvisación, pertenezco a un lenguaje del cuerpo y de la palabra como cuerpo; no me importan tanto las historias en sí mismas sino las historias que están en el subtexto, la alusión a ciertos territorios, el trabajo poético y la poética como síntesis entre la vida y el teatro.
 
¿Cuál fue el disparador de Brazos Quiebran?
Me interesaba el tema de la violencia del payaso. Por eso tomé cosas de la película  Los payasos, de Fellini. Creo que el clown y su auge en la década del 80’ no tuvo una gran resignificación en el territorio expresivo. Uno ve un número de un payaso y en realidad es extremamente violento; lo cachetean, lo agujerean, etc. Me interesó transponer esa situación en un contexto teatral, por eso Brazos Quiebran es tan violenta. Es el lado más oscuro de los payasos y la resignificación su territorio. No es la utilización de sus procedimientos sino el hecho de poder mirarlo desde otro punto de vista.
 
Actuar y dirigir al mismo tiempo, te genera algún tipo de...
¿Esquizofrenia? Puede ser. Si bien trabajo con un asistente y con videos, a veces me canso un poco. La gran dificultad esta relacionada con la ambigüedad del discurso (actor/director) y con el permiso a equivocarme como actor siendo el director. De todos modos, con los años, fui instalando ciertas reglas para poder objetivar el trabajo de dirección y hacia adonde apunto, más allá de mi pensamiento subjetivo que siempre está.
Otro problema es cuando se dan las crisis de creatividad como actor y como director al mismo tiempo, es decir, cuando el actor o el director está en crisis no pasa nada porque el otro puede contener esa dificultad, el problema es cuando se dan al mismo tiempo... esos son los momentos en los que dejo de dormir.
 
¿Se basaron en un texto previo a la puesta? ¿Cómo lo trabajaron?
El texto es de Gustavo Lista, fue escrito durante los ensayos y yo lo adapté. Es una máquina llena de movimientos que juega con el concepto de texto como música. Se combina musicalmente el texto para que el contenido se resignifique. Lo que genera es que el texto sea movimiento en sí mismo y mueva el espacio alrededor de los actores. Tiene que ver el jugar con el otro, en donde el texto funciona como si fuera un partido de ping-pong. Ahí el silencio también tiene un papel muy fuerte.
 
Con tu experiencia en improvisación ¿Es una dificultad trabajar en base a textos?
No. No soy sólo improvisador sino que la improvisación es una herramienta de mi trabajo. Tengo una gran capacidad de improvisación y por eso la he desarrollado en muchos espectáculos. Pero mi formación es de actor y me interesa trabajar el texto y el decir, por eso tengo un entrenamiento físico y vocal muy grande. Es un problema cuando la gente que se dedica a la improvisación solo se limita a eso. En esos casos, la improvisación pasa ser un lugar superficial y banal.
 
¿Cuando se ve la banalidad en la improvisación?
Cuando se ve solo un entretenimiento y un espectáculo que no te hace pensar. Ya tenemos bastantes cosas que nos quieren hacer dejar de pensar para que esto ocurra también en el teatro. No me refiero al hecho de “pensar” explícitamente sino a los mecanismos poéticos que tiene el teatro como lugares de expresión que me llevan a la reflexión. Si bien no está mal que la gente vaya al teatro solo para reírse de procedimientos paródicos, creo que el teatro y el arte están en otra línea que no es solo entretenimiento. Para mí es muy importante la reflexión del espectador. 
 
Y... ¿Cómo se logra?
Necesita opinión de los actores que interpretan. La técnica de improvisación tiene varios niveles. Al principio es casi una catarsis que sobreviene en el momento, luego uno puede elegir y ahí se está hablando de decisión y de camino; creo que es lo que tiene que ocurrir para que uno no se quede con la superficialidad del texto.
La improvisación puede ser una creación muy viva porque está creada en el momento, pero también puede ser una creación muy muerta al repetir ciertos lugares y ciertos clisés. No todo es humor en la improvisación. Yo creo que es algo más profundo, y es lo que traté de manifestar en En sincro.
 
¿Cómo trabajaste el tema de la improvisación en En Sincro?
Yo empecé a improvisar desde el año 94’ y, posteriormente, con Sucesos Argentinos seguí desarrollando la temática de improvisación y siempre necesite de estímulos. Trabajé con máscaras balinesas, luego desarrollé una línea nueva de improvisación que no tenía que ver con el humor. En esta última etapa, necesité llevar a cabo un show de improvisación sólo y con un músico. En esta obra soy muchos personajes en la improvisación y luego combino todos esos personajes en un solo territorio mientras la música funciona como temas. Lo importante para mí es, llegado un punto del espectáculo, la posibilidad de combinar todo lo que sucedió, como un racconto monstruoso en donde doy mi opinión sobre la improvisación. Es un trabajo muy agotador, que incluso tiene un momento casi de transe, de transe creativo por supuesto, no es que pierdo la conciencia. Es un estado muy fuerte.
 
Después de haber tenido experiencias tan ricas en materia de estudio y trabajo en el exterior, tanto en Londres como en Bali ¿Te gustaría trabajar en otro lugar? 
A mí me encanta Buenos Aires. Si bien enriquecen mucho los viajes, siento que no podría vivir en otro lugar porque hago un teatro muy de acá y este es el medio que me hace expresar. Es la misma dificultad que tenés al ser actor en Buenos Aires, la violencia y la paranoia de esta ciudad te hace sentir una necesidad muy fuerte de expresión.