A propósito de sus dos últimas obras en cartel, Bravo y Ushuaia, Horacio Banega, actor, director y dramaturgo,  nos cuenta sobre los temas que se propuso indagar en ambas representaciones.
La exploración sobre el espacio, la dimensión del plano sonoro y los diversos tipos de actuación, son algunos de los procedimientos formales puestos en juego por el director a la hora de plantear un encuentro con el espectador, donde lo que se busca es investigar el universo de las emociones generada a partir de un uso particular del lenguaje escénico.
 
En relación a Bravo: ¿Cómo se gestó la idea de adaptar el texto de Saer?
Bravo surge a partir del último ejercicio que proponen Rubén Szuchmacher y Graciela Schuster en el taller de puesta en escena. La propuesta fue trabajar  sobre un texto no dramatúrgico pero sí narrativo. Saer es uno de mis escritores favoritos. Entonces aprovechando la consigna encuentro este cuento e intento cumplir la demanda del taller. Lo importante fue partir de una demanda externa a partir de la cual hubo una especie de encuentro feliz entre lo que se me pedía que haga y lo que yo traía para trabajar.
 
¿Cómo fue el proceso de transposición de un lenguaje a otro?
Lo primero que me planteo es traducir un procedimiento narrativo y no poner en espacio el conflicto, sino, expresarlo por medio de un recurso formal teatral. Es decir, la idea era encontrar un procedimiento formal teatral para trabajar la misma materia narrativa que trabaja él. En su narración no se podía pasar por alto que había un narrador en forma impersonal; se vislumbraba una mezcla entre los procedimientos formales y lo que es narrado. Traté de encontrar un procedimiento equivalente en la forma teatral y entonces aparecen los lenguajes de la puesta en escena. La propuesta a los actores fue trabajar parados frente al público y en cuanto al soporte sonoro se buscó una especie de distanciamiento que lo permitió el uso de la banda sonora. Empezó a surgir entonces cierta ironía respecto del propio material teniendo en cuenta que serle fiel es torcionario hasta donde más de.
 
¿Por qué te interesa explorar sobre la narración?
Yo no sabía que era tan visible que me importara mucho la narración. Si bien Bravo no es una narración mía, me interesó en tanto reflexión sobre las posibilidades de narrar dentro del teatro. En Ushuaia me interesó explorar sobre los diálogos, generar frases cortantes y replicadas a una velocidad que no dejara pensar demasiado al espectador.
 
El efecto de distanciamiento generado por  el tipo de actuación y el uso del espacio: ¿Es una manera  de cuestionar una forma de representar convencional?
No, al  primero que cuestiono es a mí mismo; en Bravo estoy criticando mis producciones anteriores. Me interesa pensar cómo producir nuevas formas de contrato con el espectador; desde una posible reflexión sobre cuestiones formales hasta la posibilidad de divertir en el sentido más banal de la palabra. Respeto mucho a mis mayores, hacer teatro es muy difícil. Todo aquel que produce que sea  bienvenido. Un viejo maestro-Gandolfo-  decía que hay lugar para todos. Yo hago teatro para gente que le gusta pensar y sentir al mismo tiempo.
 
¿Generar distanciamiento desde los recursos formales guarda relación con la estética brechtiana?
No es por brechtiano que yo busco distanciamiento, sino por que estoy explorando formas emocionales para movilizar al espectador. Me cuestiono el cómo se genera emoción en la actualidad.
Con relación a Brecht me atrae el  poeta y el que se compromete con la cuestión política. En el sentido de que sabe que un productor de hechos estéticos es un productor de cultura, por lo tanto de bienes simbólicos. En cuanto al distanciamiento que me interesa está dado por la ironía;  no por la indicación de que es lo que el espectador debe pensar. Sí se puede pensar en términos políticos, en tanto el teatro está reaccionando frente a lo que ocurre en el conjunto más amplio de las formas de representación.
Creo que hay un intento de recuperar esas maneras de producir teatralidad por medio de la indagación sobre aspectos formales y de contenido en la escritura, la puesta en escena y la actuación. Una forma política que tendría el arte es abrir nuevos sentidos de la realidad. Si eso no se produce no hay arte ni hay política. Creo que se puede ser racional y generar hechos estéticos, y está sí es una idea brechtiana. En este sentido yo adhiero totalmente.

En Ushuaia: ¿Por dónde pasa la búsqueda estética?
Pasa por la exploración dramatúrgica en relación con un uso del espacio y con un tipo de actuación que se corresponda con el texto, que haga sistema con la obra. Ushuaia está desplazada de foco, en lugar de trabajar con la metáfora, elaboré un desplazamiento del sentido. Tenía interés en escribir diálogos, quería cumplir con la exigencia de la dramatúrgica más clásica, pero probando hasta donde me podía llevar, con un mundo imaginario que presentara algunas rupturas con el realismo. En relación con la actuación pretendía trabajar el tono que correspondiera a ese mundo imaginario por medio de una actoralidad desplazada. Me propuse cuestiones básicas; como se hace un policial en el teatro, sabiendo que no hay forma de competir con la televisión y el cine. El inicio de búsqueda fue a partir de improvisaciones con los actores. Me preocupé por cumplir con algunas leyes de la narración del policial.
En la dirección y puesta en escena me propuse que lo emocional esté desplazado y no se produzca nunca catarsis. Trabajamos el concepto de la falsificación. Es una historia de un falsificador en la cual está presente la idea de que el teatro intenta hacer pasar por verdadero aquello que es falso.
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