Los premios ARTEI, Asociación Argentina del Teatro Independiente, son un hecho. Nueve espectáculos  fueron beneficiados, a partir de la decisión de un jurado designado por la asociación, con una parte de los $100.000 que el empresario teatral Carlos Rottemberg donó a la institución. Este dinero le permitirá a cada uno de los proyectos encarar una preproducción de su espectáculo que debe estrenarse entre la segunda quincena de agosto y la primera de septiembre.
Liliana Weimer y Julieta Alfonso, representantes de ARTEI y Rottemberg, en este caso el “mecenas”, conversan en esta entrevista y auspician un futuro de continuidad del aporte privado al teatro independiente.
Acerca de cómo surgió la idea, de cómo se pensaron estos premios en coproducción; acerca de los puntos de contacto y las diferencias entre el teatro comercial y el independiente, y en relación al problema de la producción en este último, teniendo en cuenta la proliferación de grupos y elencos y la necesidad de subsistencia de las salas, trata esta nota. La conversación se derivó por senderos bien interesantes que continuaron fuera de micrófono, pero que ojalá prosigan en el futuro.

-¿Cómo surgió la idea de los premios ARTEI y cómo la idea de la coproducción?

Carlos Rottemberg: - El cuentito es muy simple. Siempre recuerdo que en 1976, cuando apareció Miguel Angel Solá haciendo Equus, empecé a decir el bocadillo que digo desde entonces: “Si no hubiese habido un sótano donde Solá estaba haciendo una obra, no lo hubiese ido a ver Cecilio Madanes y no lo hubiese elegido para que fuera el protagonista que fue a partir de entonces”.  De casos como ése está plagada la historia de los actores profesionales argentinos. La mayoría tuvo su primer contacto con lo teatral en el teatro independiente, entre otras cosas, porque tampoco me canso de decir, desde entonces, que los teatros profesionales argentinos ni siquiera tienen salas de ensayo. Entonces ¿cómo aparecerían los famosos de hoy con teatros de 700, 500 o 1000 butacas, con un régimen de funciones y precios como los del teatro comercial, si no hubiese habido un lugar desde el cual dar el puntapié? Para no irme tan lejos en la historia, y con esa creencia muy presente, el año pasado, en una de las noches que vi algún espectáculo independiente, volví a casa y dije: “¿Por qué no?, al margen de las cosas que uno hace en privado y que no tiene por qué decir (en este caso ARTEI decidió hacerlo público) proponerle a esta entidad, que trabaja día a día en tantas cosas, que tenga un fomento al teatro independiente, pero a nivel institucional, es decir, desde la entidad que esos teatros representan?”. Me comuniqué con la institución (estaba en cartel Toc toc,  que iba muy bien y me permitía hacer esta propuesta) y le propuse recibiera un dinero para fomentar grupos y salas independientes que sirviera para dar, a su vez, un nuevo puntapié para que otras empresas tomaran la idea y esto se repitiera. No creo en las iniciativas por espasmos, porque si no estas cosas empiezan y terminan. Por eso, lo que a mí me gustaría es que esto tuviera un efecto multiplicador. Hay muchas empresas que dicen apoyar la cultura, aunque a veces sospecho si es eso lo que hacen o si lo que apoyan son distintos eventos que tienen muy buenas devoluciones de marketing. Alguna de ellas (no sólo empresas del espectáculo) tiene que apoyar el teatro independiente. Seguro que es posible. De nada serviría si esto terminara acá.

-¿Sos asiduo espectador de teatro independiente?

C. R.:- Sí. ¿Cómo explicarlo? ¿Viste la frase que dice “En casa de herrero, cuchillo de palo? El teatro comercial que desarrollo, fomento y veo, me provoca menos cosas que el teatro independiente. Éste último me genera mayor admiración. Es más: al teatro comercial le pido ciertos requisitos que no le pido al independiente. Es algo que creo de toda la vida. Al teatro comercial le perdono menos cosas como espectador. Al teatro independiente entro convencido de la buena fe. Sé que se hace por pasión, que no tiene ningún tipo de devolución económica. Lo entiendo hasta como terapia. Tiene connotaciones relacionadas con la cuestión filosófica no netamente encuadrada en el escenario. Si algo no me gusta en el teatro independiente no voy a ir a decir por la calle “no vaya a ver esto que se va a clavar”. En cambio en el circuito comercial no. En Mar del Plata, ciudad en la que estoy tres meses al año, no voy a los teatros que tienen brillo por televisión porque no me atraen, sino que voy a 4 o 5 lugares de teatro independiente y me saco la entrada. Entonces, el asunto es tan simple como eso: se me ocurrió, llamé y pregunté: ¿“sirve”? Además, teniendo en cuenta un prejuicio que le planteé a ARTEI el primer día, y es que el teatro comercial es visto, aunque cada vez menos, como algo muy pero muy separado del teatro independiente. Y que, del otro lado, el teatro independiente era visto antes por los empresarios como una competencia desleal por cobrar más barata las entradas (fantasmas que heredé de lo que era el prototipo del empresario comercial). Como nunca creí eso, les planté a los de ARTEI “Che: fíjense si hay algún prejuicio sobre el tema y si, de pronto, por ese motivo esta idea no cuadra”. A los pocos días me dijeron “Cuadra y vamos para adelante”.

- ¿Cómo fue la coproducción?

Liliana Weimer: - A partir de la iniciativa de Carlos, tomamos su propuesta con mucha alegría, pero quisimos ver una manera que nos sirviera para varias cosas que siempre tenemos en mente y que no muchas veces podemos transmitir con claridad. No queríamos que este premio funcionara a la usanza de los conocidos subsidios que dan los organismos oficiales. Se nos presentó, gracias a él, la posibilidad de hacer algo que teníamos ganas para poner a funcionar las pocas neuronas creativas que nos quedan, en lugar de estar corriendo atrás de los matafuegos o de la última promulgación de la ley de Legislatura, para ver si nos aumentan el presupuesto. No queríamos que esta posibilidad  se convirtiera en otra cuestión burocrática más a la que estamos acostumbrados tanto los grupos como las salas. Queríamos, en cambio, darle un marco de festival o de evento que realmente fuera un estímulo a la producción de espectáculos, que era lo que él nos había planteado. Entonces pensamos que era la oportunidad, también, para empezar a concientizar algo que afirmamos desde hace mucho tiempo: el espacio, sobre todo en el teatro independiente, no es algo con cuatro paredes en donde uno pone una escenografía y después la saca para llevársela a otro, sino que el espacio físico habla y forma parte del lenguaje teatral. Por eso se nos ocurrió esta manera de coproducción. El espacio, la sala, (en realidad los socios de ARTEI son las salas), presentaron los proyectos con alguien que era de su equipo creativo, o alguien que hiciera una propuesta que estuviera en función de ese espacio físico. La propuesta se evaluaba también desde ese punto de vista y cada sala presentaba una carpeta. El jurado que elegimos, también de ARTEI, tenía una escenógrafa, Alicia Leloutre, del Espacio Callejón, un dramaturgo, Roberto Perinelli, que está en el Teatro del Pueblo, y una directora, Berta Goldenberg, de Anfitrión. Por eso había diferentes miradas. Pero además, en las pautas que pusimos para la presentación del proyecto decía que tenía que estar justificado por qué la sala tal presentaba tal espectáculo. Y la selección nos gustó mucho porque son muy diversos entre sí los espacios y espectáculos que fueron elegidos. Así es ARTEI: 80 salas entre las cuales hay chicas, grandes, históricas, galpones, casa, locales. Por eso estamos contentísimos de poder dedicarnos a hacer algo que hace tiempo queríamos hacer. Carlos no da la posibilidad económica y por eso lo lanzamos con la esperanza de poder continuarlo. Vamos a ver si aparecen otros “mecenas” (no sé si es ésa la palabra, o si es “inversores” o “gente amiga”). Los espectáculos, a su vez, pueden pedir subsidios. Haber sido seleccionados no les impide nada.
No vamos evaluar ni a ponernos en esta posición tan enraizada que existe en los subsidios, de controlar en qué se gastó. No vamos a hacer ninguna evaluación. La única condición es que se estrenen entre la segunda quincena de agosto y primera quincena de septiembre.

-¿El dinero se divide en partes iguales entre todos los espectáculos seleccionados, más allá de la cantidad de actores que tenga?

L.W.: - Sí. Se divide entre los que ponen la obra en escena y la sala, que está cediendo, también, sus horas de ensayo y una serie de cosas. Y como somos leales a las leyes vigentes hoy, aunque no estemos totalmente de acuerdo, la división es del 70% /30%.

Julieta Alfonso: -Lo interesante de la propuesta para presentar los proyectos en este premio tuvo que ver con que, a diferencia de lo que sucede en los subsidios, que te piden el proyecto terminado cuando lo presentás ( la evaluación se basa en un proyecto terminado), acá era un proceso en creación. Entonces las salas, el director y al elenco empezaban de cero. Y no hacía falta que la idea que presentaban en la carpeta, más allá de su curriculum o de la propuesta espacial, estuviera terminada.

 -¿Por qué esto no había sucedido antes? (aunque tal vez haya algún antecedente y yo lo ignore). Me refiero a un productor de teatro comercial que ponga dinero para el teatro independiente. ¿Hay alguna razón? ¿Tendrá que ver con los prejuicios mutuos a los que hacían referencia?

 C.R.: - Te voy a decir una cosa (voy a hablar bien de la gente, no del teatro): creo que millones de personas hacemos en privado actos que no se difunden. En este caso se resolvió difundir. Hoy cuando almorzaba pensaba en iniciativas semejantes que conozco. (¡No para teatro, eh!) Y encontraba por lo menos 30, haciendo un recuento mental. Hay muchos casos. Ésta se difunde porque es una actividad que tiene más brillo, pero pensá en la cantidad de gente que, de su tarjeta de crédito, hace donaciones a distintas instituciones y deriva un dinero todos los meses a ese proyecto. Hay una actitud solidaria, en general, en la gente. En este caso suena raro porque yo soy alguien del circuito del teatro comercial, pero para mí es lo mismo de siempre. Uno no anda divulgando todo lo que hace.

-Pero difundirlo tiene su peso porque puede generar la posibilidad de que otros lo hagan.

C.R.:- Cuando ARTEI me invita a que lo digamos, yo cumplo órdenes del generalato. Y creo que sirve. Después de esto quiero observar un poco a cada empresa multinacional o nacional grande que dice apoyar la cultura. Me gustaría saber hasta dónde apoyan la cultura. ¡Más esencia que el teatro independiente!, (es una de las patas importantes de la cultura). Porque si no, tendré claro que  apoyan gestiones de marketing, comerciales. A mí no me gusta tener dobleces en el discurso. Me parece bárbaro que una empresa auspicie lo que quiera. Pero que no diga que apoya la cultura.  Mirá: tomé el Tabarís en el ’81. Me dijeron que tenía que hacer espectáculos frívolos porque la marca Tabarís era frívola. Tenía problemas internos allí, porque no sabía hacerlo. ¡No me gustaba! Me peleaban porque no nombraba los espectáculos que allí se ofrecían. No los ponía en la grilla. Me daba pudor. No decía, por ejemplo, que estaba haciendo La noche de las pistolas frías, con Emilio Disi y Tristán. Y Emilio Disi me reprochaba “¿Y por qué no lo dijiste? A vos te avergüenza La noche de las pistolas frías.” Y era cierto. Ahora bien: en este teatro en el que estamos ahora, el Multiteatro, que se llamaba Blanca Podestá, se estrenó en ese momento Los otros papeles, con libro y dirección de Carlos Gorostiza, y no venía nadie. Todos los días yo decía “traigan la plata de Las pistolas frías para acá. La boletería del Tabarís bancó la otra obra las semanas que duró. Al público no le iba a explicar eso, pero nosotros, como empresa, que tenemos que pagar 80 sueldos y un montón de plata de amortización de propiedad y algún crédito de los bancos que viene cada tanto,  necesitamos La noche de las pistolas frías. Ese dato es para el contador, no es eso lo que me da placer. En fin; creo que todo es cultura, pero hay un límite. Vos podés mejorar o empeorar una ciudadanía a partir de los contenidos que das. Traigo este ejemplo, simplemente, para marcar que entiendo lo comercial de este asunto, tanto para el empresario teatral como para cualquier otra empresa. Lo único que quiero es que me aclaren que algunas decisiones de deben a una cuestión comercial. Yo también hice muchos espectáculos que no me convencían y que servían a los efectos de la empresa para seguir haciendo teatro. Siempre digo que el éxito solventa muchos fracasos. No siempre vas a hacer todo lo que querés. Me remonto a una frase célebre de Fernando Ayala y Hector Olivera. Ellos decían  “En una empresa cinematográfica como Aries tenemos que hacer las películas de Jorge Porcel y Alberto Olmedo para poder filmar La Patagonia rebelde. La diferencia entre ellos y otros empresarios es que Ayala y Olivera hacían ambas cosas. Y otros, con los que yo no comulgo, hacen un tipo de producto como el primero y luego mandan la plata a Suiza. Me parece que el objetivo de hacer ciertos productos que a uno no lo llenan puede, en parte, estar justificado, si esos productos son los sponsors de otros. En síntesis: esta iniciativa de los premios ARTEI sirve si mañana una gran tarjeta de crédito que pone millones en auspiciar espectáculos viene y dice “pongo $500.000, ya no  $100.000, para que haya 30, 20, beneficiados con más dinero, para hacer una producción como también merece el teatro independiente”.

-¿Cómo se dividieron los $100.000?

L.W.:-Quedaron $10.000 para cada proyecto. Decimos que fueran 9 y con el resto del dinero pagar los jurados y hacer promoción. Es decir, el premio es un estímulo a la preproducción, porque se puede pedir un subsidio a Proteatro, que tal vez sea mayor, pero que quizás llegue el año próximo. Mientras tanto el grupo puede pagar algo de la escenografía, la sala está tranquila y puede dar las horas de ensayo.

C.R.:- Y además creo que, por fuera de lo económico, en esta profesión, lo que tiene que ver con la caricia y con el estímulo intelectual y con el ego es también importante. El premio, más allá de los $10000, tiene que ver con que algunos fueron elegidos y con que por algo el jurado evaluó que las condiciones artísticas eran superiores a las de otros proyectos. Es, a su vez, una iniciativa para que los que perdieron se presenten el año que viene con un proyecto más elaborado y mejor. Y las  propuestas elegidas ya tienen un primer aval.

J.A.:- Los grupos que han sido ganadores ya empezaron a divulgarlo.

-¿Por qué les parece que la producción, tanto la ejecutiva como la comercial, es uno de los temas más arduos, a pesar de que hay toda una camada que ha formado Gustavo Schraier desde hace algunos años? ¿Qué piensan sobre esto Liliana y Julieta? Carlos: ¿cuál creés que podría ser tu aporte al venir desde la experiencia en otro ámbito?

L. W.:- ¡Ay! Es un tema en el cual ni siquiera sé si coincidimos los que estamos en el independiente. Voy a dar mi opinión. Creo que estamos en un momento de aguas muy difusas, porque, por un lado el teatro independiente se supone que se produce con lo que hay, que responde a necesidades o demandas que pasan por otro lado, no por el lugar del señor que va y paga $150 una entrada para ver el éxito de Broadway trasladado a Buenos Aires. Es otra la función que cumple. Esto no quiere decir que todo lo que se haga en el independiente cumpla con requisitos de inclusión social o tenga premisas de tipo social, pero sí se supone que, en su gran mayoría, responde a otro tipo de necesidades. Pero es tan diverso hoy en día el conjunto de gente que lo hace que, por un lado, tenés a los que no lo viven como una manera de profesionalización, que ni siquiera quieren saber si van a recuperar lo que gastaron en una escenografía y, por el otro, está el sector de las salas que necesitan mantenerse y que sí tienen que ajustarse a una lógica de producción, que es distinta a la de los grupos que ensayan los espectáculos, porque las salas hay que mantenerla. Por eso somos, en general, los de las salas, los que salimos a pelear y sabemos por qué un ministerio de cultura tiene que apoyar un fenómeno del cual se vanagloria. Me parece que estamos justo en un momento de transición en relación a los modos de producción porque, por una parte se estila cada vez más tener espacios con menos capacidad, y espectáculos que no tiendan a una gran complacencia con el público. Pero esto se está entremezclando con la necesidad de subsistir en una economía de mercado como la que vivimos. Estamos en aguas separadas: ni totalmente subsidiados (tampoco sería la solución) pero imposibilitados de competir en la economía de mercado. Me parece que hay que encontrar una manera.

J.A.: -Creo que también tiene que ver con el concepto de lo que es independiente. El teatro independiente no se basa en la recaudación de la boletería. Recuerdo cuando empecé a hacer teatro. En ese inicio se respetaba más el formato de cooperativa y no había una figura de productor ejecutivo. Todos hacíamos todo. Tampoco estaba la figura de prensa. Recuerdo que iba a los diarios, volanteaba. Ahora estamos en una transición en la que empiezan a aparecer esas figuras dentro en los grupos de trabajo, comienza a cambiar esa característica, aunque se conserve el espíritu de los conceptos del teatro independiente.

-Pero una cosa es hacer un espectáculo cuyo objetivo no sea ganar dinero y otra cosa es no pensar en subsistir y en que hay que poder crecer.

J.A.: -Justamente tiene que ver con esto. El concepto del teatro independiente es que todos estamos trabajando sin pretender ganar. Si ganamos, bienvenido.  Ahora también las épocas cambian, las personas quieren y necesitan porque están con muchos trabajos a la vez. Es distinto a lo que sucedía en otras circunstancias en las que se tenía tiempo. Los actores están ahora con muchos trabajos al mismo tiempo. La financiación viene por otro lado y se trata de pensar en cómo uno puede solucionar las cosas sin plata, en cómo poder montar una obra desde ese lugar.

L.W.:- Sí, Es muy linda esa mística, pero el alquiler que pagás por la sala se ajusta con el parámetro con el que el dueño de ese galpón cotiza su propiedad. Vos pagás un alquiler que se atiene a las reglas del mercado, pero hacés una actividad que no te da ni el 5% de las reglas de ese mercado. Ahí viene la contradicción. ¿Cómo hacemos? Es un gran problema.

-Carlos: ¿Se te ocurren cosas para sugerir o te parecen mundos irreconciliables?

- Yo tengo posición tomada al respecto. Cada uno cumple su rol. El rol que tengo que cumplir yo es garantizar la parte de los números para que todos estén tranquilos. Si bien con los números solamente no se hace teatro, si no le ponés esa pata, dura poco lo otro, por lo menos en el sistema capitalista.

-¿Te parece que puede haber estrategias en este sentido, aun en un marco distinto como es el del teatro independiente?

- En 1975 le dije a Anibal Vinelli en “La Opinión” que yo desde chiquito siempre había querido ser empresario del Ópera, no de un sótano. Tenía claro, a los 17 años, que no tenía la utopía de dirigirme a un público, sino que buscaba el otro. Una cosa es apoyar y otra cosa es pertenecer. Pero, si me permiten, por un minuto, opinar, diré lo siguiente: cuando le escuché decir a Juan Pablo Geretto, que hizo temporada en el Multiteatro, pero empezó en un sótano en Gálvez, su lugar de nacimiento, siguió en una esquina en Rosario y después vino a Buenos Aires “¿por qué cuando empecé yo no hacía más funciones, si yo tenía público?”, me vino a la memoria el momento en que le propuse a Jorge Hacker, que dirigía La cocina, de Arnold Wesker, en la sala Planeta, ponerla en escena con el sistema comercial en la sala Ateneo. La particularidad que tenía ese cambio era que las salas exigían a los elencos profesionalizarse una determinada cantidad de funciones. Hoy lo mismo. Es improbable que, haciendo una o dos funciones por semana, te vaya bien. Te va a ir mal en el éxito y en el fracaso. Limitás el techo. En el teatro privado es el bordereaux el que determina si el espectáculo sigue. El teatro independiente, para mí, necesita volver a algunas fuentes que le permitan, en un exitito, también varios fracasos. Si no, tiene las de perder. ¿No es un incentivo pensar: “si me va bien, hago un resguardo para solventar dos o tres años de obras que no funcionan con mucho público?”. Yo veo que cuando lo programan casi parten de la base que no va a ir público. Y no es que no quieran que éste vaya. Y otro tema es el de los horarios. A veces los espectáculos tienen horarios complicados.

L.W.-: Con la capacidad que hay en nuestras salas sabemos que no subsistimos por la taquilla. Por otro lado, nosotros, como salas subsidiadas, tenemos la obligación de programar a muchos grupos y elencos, y autores preferentemente argentinos y tenemos que hacer un mínimo de cantidad de funciones y equitativamente dar oportunidad a cuantos podamos. También nos pasa, igual que en el teatro comercial, que no siempre programamos lo que nos gusta. No es que podamos decidir a piacere. En cuanto a los horarios, un ejemplo me viene a la memoria: en este momento tenemos un espectáculo que llena. Intentamos agregarle un horario y el grupo no puede.

C.R.:- Creo que los grupos tiene que poder. El otro día me mandó una carta Héctor Giovine en la que reflexionaba justamente sobre eso. Lo que él planteaba es que, precisamente, por el ímpetu que traen, las ganas de ser actores y seguir en la profesión, tienen que poder. Hay que dejar, a veces, otras cosas para ser actor.

L.W.: -Pero cambió mucho lo que era el teatro independiente de la época en que empezó a hacerlo él respecto del de ahora, con la política de subsidios. No estoy criticando, sino que digo que cambió.

C.R.: -También me pregunto si hay como llenar todas las salas.

-¿Hay algo más que quieran agregar?

J.A.:-Sí: que creemos, como asociación, que ésta es una muy buena manera de celebrar los 15 años de ARTEI.

LW.:- Y que sería interesante, además de las mesas de trabajo que hacemos con instituciones, gente y demás, en un futuro poder discutir temas de producción con diferentes sectores.  Carlos, estás invitado.

Un dato: la charla siguió un largo rato más. Un rico intercambio que, es deseable, continúe. Por ahora, 9 espectáculos gozarán de un premio estímulo.

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