"Los juegos manuales implican un máximo de esfuerzos del cuerpo, un máximo de objetos a tratar manualmente. Se acompañan muy generalmente de juegos orales." Marcel Mauss. Manual de Etnografía.

Hace muchos años fui testigo presencial de Mis cosas favoritas. El trabajo me pareció tan fascinante que el nombre propio que acompañaba a la puesta me resultó imborrable. Años después me fui encontrando con sus "objetos" en otras puestas. Y ahora está aquí, otra vez, de dos modos diferentes.
Una de las obras, que lo tiene de dramaturgo, fue estrenada hace mucho tiempo y dos de sus compañeros de ruta de la puesta de aquél entonces, Román Lamas y Lorena Barutta, decidieron reponerla porque consideraron, y con razón, que tiene mucho aún para contar.
Se llama Los efectos del viaje. ¿Qué efectos puede producir un viaje? ¿Consecuencias, resultados, productos? ¿De qué acepción se trata? ¿Qué clase de viaje tendrá lugar en Timbre 4?
Hay una serie de indicios, dos ¿protagonistas? que responden a los nombres de Ulises y Penélope. En lugar de "un golpe de dados (que) jamás abolirá en azar", entra en juego un mazo de cartas; cartas para leer el destino. ¿De quién?, ¿de quiénes?
Como en un juego armado por el azar, los fragmentos se articulan y se desatan.
Lo que se muestra, lo que se oculta, lo que se esconde, lo que se inicia... ¿En qué orden? En el orden, tal vez, que atesoran las cartas.
El espacio construido no tiene desperdicio. Cada detalle significa: las valijas ajadas, con recuerdos de infinitos recorridos, la mesa que se arma y se desarma, el muñeco que aguarda su turno, doblado en dos mientras espera, las cortinas atadas con hilo sisal, y toda una serie de objetos que oscilan entre ser funcionales y ser signo de lo que se cuenta: (un sillón revestido de tela blanca y atravesado por un hilo-gesto, de una mudanza producida o mudanza por producir).
Múltiples historias que provienen de fuentes diversas. Las cartas disparan relato, los libros, las misivas.
Mientras, Penélope lee, ¿Ulises? representa lo leído con sencillos dibujos de tiza en el suelo. Pero la lectura recorre caminos extensos y la tiza tarda más en llegar. Si las letras viajan en cuestión de segundos, el desplazamiento por el espacio real se devela más lento, más complejo, con mayor cantidad de obstáculos.
Un caballito de metal termina hundiéndose en una manzana. Dos universos ajenos establecen un punto de contacto.
¿Una reflexión sobre lo teatral? La distancia y el vínculo entre lo que se relata y lo que se actúa.
Cada carta revela un momento del viaje, y cada viaje es diferente de los demás. Por sobre el mapa recorrido se imprime la memoria del trayecto. Uno que viaja, otro que espera. ¿Quién de los dos llegará más lejos?
Lorena Barutta y Román Lamas ponen cuerpo y voz a este viaje que seguramente tiene un efecto concreto en los espectadores: haber recorrido un camino posible hacia el territorio de la belleza.
La otra puesta se denomina 4 temporadas. Por detrás de ellas, además de la música de Vivaldi que remite a las estaciones, está el universo delirante del polaco Bruno Schulz inspirador de otra serie de espectaculares locuras a cargo de otro polaco, Tadeusz Kantor.
"El demiurgo estaba enamorado de los materiales sólidos, complicados y refinados: nosotros daremos preferencia a la pacotilla, a todo lo vulgar y ordinario. ¿Comprenden bien -preguntaba mi padre- el sentido profundo de esta debilidad, de esta pasión por los trocitos de papeles de color, por el papel maché, el barniz, la estopa y el aserrín?", afirma el narrador de Bruno Schulz en El tratado de los maniquíes.
La reflexión sobre los materiales que se ponen en juego aparece de manera directa o indirecta cuando se manipulan títeres u objetos. Su materialidad permite o inhibe ciertas acciones, ciertos gestos, algunos desplazamientos, dobleces, quiebres, estiramientos.
¿Qué cosas puede hacer un maniquí? ¿Cuáles otras puede hacer el objeto que lo reemplaza? En una tienda de telas un muñeco antropomórfico está en el universo adecuado. Los actos, sin embargo, que lleva a cabo, son de otro orden. No remiten a la inmovilidad del muñeco de prueba, devienen en múltiples personajes, se convierten en compañeros diversos para sus propios manipuladores.
La tienda es poblada, de manera estable, por tres hijos y un padre. De manera esporádica por visitas de clientes (el público mismo es interpelado como tal) o por visitas que oscilan entre la representación de lo real, de lo simbólico, del sueño...
El padre es, de los protagonistas, el único que no es un actor sino muñeco. La razón concreta de esta elección puede sostenerse en la metamorfosis que se produce con él. Pero además, el personaje del padre es en el universo de Schulz algo que rara vez remite a lo humano: "Trepaba a menudo sobre el alféizar de la ventana y se inclinaba hacia la calle, simétricamente al gran buitre disecado que lucía en la pared de enfrente. En esta posición se mantenía inmóvil durante horas, con la mirada turbia y una maliciosa sonrisa en los labios; y cuando alguien entraba en la pieza, súbitamente agitaba los brazos como si fueran alas y cacareaba como un gallo (...)". El narrador de La visitación, de Bruno Schulz, describe, así, a su padre. En realidad, los padres de todos los cuentos de este autor tienen múltiples vínculos en común. Los hijos, como es lógico, se acostumbran: "Poco a poco nos habituamos a su inofensiva presencia, a sus sordos gruñidos (...). En esa época mi padre podía desaparecer durante varios días, extraviado por los rincones perdidos del departamento (...) pasado un tiempo reaparecía, más delgado y unas pulgadas más bajo, el hecho no lograba interesarnos. Pura y simplemente dejamos de prestarle atención: a tal punto que se había alejado de todo lo humano y real. Lo poco que quedaba de él, esa envoltura carnal y esos caprichos extravagantes, podía desaparecer un día u otro sin que nos diéramos cuenta, como esos montículos de polvo gris acumulados en los rincones y que Adela arrojaba cada mañana al tacho de residuos".
No es difícil acordar que este universo puede estar cómodamente cerca del objeto, que permite devenir pájaro o cualquier otra cosa.
Aunque existe una construcción referencial: la tienda, la familia, las telas, los clientes, en algunos puntos del relato, las referencias se quiebran para abrir paso a un universo donde la lógica es otra. 4 temporadas también propone un viaje, si pudiera hacerse esta diferencia, con más énfasis en el tiempo que en el espacio. Claro que, ya se sabe, cada viaje implica una experiencia diferente.

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