El Circuito Cultural Barracas, que en marzo pasado cumplió 14 años, es, desde 1996, el espacio del grupo de teatro comunitario de ese barrio. Una sala de la comunidad local, de los vecinos. La actual es su segunda casa, ya que en sus primeros años el grupo funcionaba en otro local de los alrededores. El enorme crecimiento del teatro comunitario en Barracas hizo que en 2000 apareciera la necesidad grupal de mudarse. Hoy vuelven a quedar chicas las dimensiones de esta sede para una propuesta que es grande, enorme, e inclusiva. Ricardo Talento, director del Circuito, abre a los lectores las puertas de Iriarte 2165 y los acerca a este lugar lleno de vida.

-¿Por qué nace esta sala?

- Yo creo que, más que una sala, éste es un espacio de los vecinos de Barracas. Así lo llamaría yo. Digo, porque el Circuito queda chico si lo comparamos con aquello que denominamos "salas de teatro", ya que no cumple las funciones que éstas cumplen. Sí, en cambio, cumple aquellas funciones para las cuales se armó: ser un espacio comunitario de los vecinos de Barracas, en el cual éstos hacen funciones y muestran sus espectáculos. Comenzó en el 96 en un lugar más chico y después pasó aquí -se refiere al local de avenida Iriarte-, un galpón de 300 metros cuadrados.

-¿Por qué surgió en este grupo de teatro comunitario la necesidad de tener un espacio?

-Desde el inicio tuvimos un espacio, porque el proyecto de teatro comunitario nació a partir de la iniciativa de un grupo de teatro que ya existía (Los Calandracas), un grupo que, cuando el Circuito comenzó, puso parte de lo que ganaba para alquilar el lugar y quiso empezar a convocar a los vecinos, retransmitir saberes. Así surgió: Los Calandracas podíamos hacerlo y apareció, entonces, el espacio. De entrada, nomás. Generalmente no se da así. Más bien se da lo contrario. Nosotros usábamos mucho, también, para nuestros espectáculos, y nuestras fiestas, el espacio público: el Paseo Bardi, la estación Hipólito Yrigoyen, que es muy bella, y otros. El espacio cerrado comenzamos a usarlo para encontrarnos, para hacer los talleres, para hacer la convocatoria al barrio. Y bueno: se fue dando que siempre tuvimos un espacio. Tenerlo es una gran ventaja, por un lado, pero por el otro trae una serie de inconvenientes. Cada vez cuesta más mantener un espacio con ciertas características: lleva dinero, energía, atenerse a 10000 resoluciones que hay. En fin: creo que estamos en un momento bisagra en el que puede ocurrir que se tome una resolución política de contemplar la diversidad que tienen la salas y espacios de Buenos Aires, o se pone a todos bajo un régimen de habilitación que las va a convertir en cuadrados de cemento. Con todas las garantías de seguridad, pero espantosas. Hace como dos o tres años que seguimos con prórrogas para iniciar las habilitaciones, situación que produce una sensación de mucha angustia, porque nunca sabemos qué va a pasar. Estamos todos con el DNU, Decreto de Necesidad y Urgencia, que se hizo después de Cromañón. Ahora, si no hay una decisión política para solucionar el asunto... Si no podés tener escalera en la sala, no podés tener entrepiso, etc., desaparecerán las salas de Buenos Aires con sus particularidades, salas que se fueron armando en distintos espacios, hecho que, queramos o no, influye en la estética de lo que se produce. Cada espacio determina la estética de los espectáculos que en él se presentan. Si tenemos todos cuadrados de cemento, es muy posible que el teatro se vuelva cuadrado y de cemento.

- ¿Qué era este lugar (el actual Circuito Cultural Barracas) antes de convertirse en espacio comunitario teatral de los vecinos?

- Este galpón es de 1895-96. Al comienzo fue una hilandería. Después fue, durante 40 o 50 años, una carpintería. Cuando nosotros alquilamos, hacía dos años que funcionaba como depósito de una compañía que trabajaba con Edesur, que lo había destruido. Por haber sido usado como depósito, el lugar estaba lleno de grasa. Estaba muy deteriorado, pero tenía una característica casi única: era un galpón cuadrado de aproximadamente 15 x 15. Casi no se consiguen galpones cuadrados. En Barracas los frentes son de 8,50 por 25, por 30, son chorizos para entrada de camiones. El hecho de que éste tuviera esas dimensiones fue la razón por la cual dijimos "es el lugar que queremos alquilar". La verdad es que ya estamos necesitando otro, porque nos queda chico (necesitaríamos algo de unos 600 metros cuadrados), porque estructuralmente es muy antiguo y porque, por eso, cuesta mucho mantenerlo. Pero, por otro lado, no aparece otro lugar que reúna estas características. Por otra parte, también, la reactivación económica que hubo en el país, en Barracas se vio enseguida. Cuando alquilamos en el 2000, un galpón se conseguía. A nosotros nos costaba dar con el que buscábamos, por las dimensiones que necesitábamos, pero un galpón era algo casi abandonado en ese momento. Después, a partir de 2003- 2004 empezó a reactivarse la economía, entonces conseguir un inmueble así en Barracas se convirtió en un lujo. Ésa es otra de las dificultades que estamos teniendo. Además, los alquileres de los galpones, por ese mismo motivo, subieron mucho. Así que, por ahora, estamos disfrutando de este lugar, mientras lo podamos disfrutar, pero sabiendo que, quizás, en algún momento, no lo tengamos más.

-¿Cuál fue el primer espacio del Circuito y dónde estaba?

-Estaba en la calle California, casi Montes de Oca. Era un lugar muy significativo, ya que allí había estado la primera fiambrería del barrio, la fiambrería de Araujo. Estaba cerrada desde hacía años. Era muy gracioso porque había allí un olor a queso, a chorizo, a salamines, que era infernal. No se le iba. Le sacamos los azulejos, rasqueteamos el piso... Tenía una de esas vidrieras tan lindas que tenían antes las carnicerías y las fiambrerías. Hicimos unas pinturas en los vidrios. El hecho de que no fuera un lugar desconocido constituyó un elemento convocante para el barrio. La gente decía "¡Ah! ¿Están en la fiambrería de Araujo?". Con éste espacio, el de ahora, también pasó algo así, porque la hilandería de Betinelli y esta avenida, Iriarte, fueron muy significativos. En Iriarte hubo, durante casi 80 años, una feria todos los días. Acá en la esquina estaba la Fabril Financiera y acá a la vuelta las medias París. Miles de obreros trabajaban acá. Entonces, había una feria en la que se vendían los chanchos vivos, los pollos, el pescado. Todavía hoy está esta feria en el imaginario de la gente. Dio la casualidad de que conseguimos un espacio ubicado en un lugar interesante para el barrio, desde el punto de vista histórico.

- Claro. También sería una pena perder ese lugar histórico, si se van de acá.

-Ése es otro tema: si nos vamos de acá, ¿a dónde nos vamos? Hay que volver a calentar un espacio, hacer conocer a la gente que estás en tal lugar. Es un costo muy grande.

- Por lo que contás, pareciera que la adaptación a la arquitectura que proponía el espacio fue sencilla.

- Nos gustó. Fijate qué loco, ¿no? Pareciera que esta cosa antigua hace permanecer ciertos espíritus adentro. Era un galpón con onda. El entrepiso que tiene, las ventanas, que son originales... Existen fotos de acá adentro de 1906, en las que están las chicas que trabajaban en lo telares. En esas fotos se ven las mismas ventanas. Todo igual, pero con telares y gente trabajando aquí adentro.

-¿Por qué le pusieron "Circuito"?

- Es un nombre, extraño, en realidad. Empezamos en Barracas haciendo fiestas y talleres en distintas partes del barrio. Hacíamos uno en la Plaza Colón. Luego el mismo taller lo trasladábamos a la otra punta del barrio, al Parque Pereyra, al paseo Bardi, etc. Y se instaló esa costumbre de decir "Vamos a hacer un circuito por Barracas". Así fue como nos quedó ese nombre, "El Circuito", que ahora nos juega en contra, porque ahora todo el mundo termina diciendo "El Centro Cultural Barracas", salvo los que ya lo conocen mucho. En aquel momento, éste era el primer espacio cultural que aparecía luego de muchos años. Hasta 1996 no había espacios culturales aquí. Ahora hay tres murgas, pero en aquel tiempo no había ninguna. El barrio estaba muy devastado porque había desaparecido toda la industria. En la época de la dictadura militar, una autopista lo había partido al medio. Había quedado una parte del barrio muy degradada, una zona que recién ahora se está recuperando. Estaba todo muy chato en la época en que empezamos. Creo que caímos en el momento justo. Me acuerdo que la gente se asomaba y decía "¡Qué bueno que hicieron esto!", "¡qué bueno que estén acá en el barrio!".

- ¿Cómo pusieron en condiciones el lugar?

- La primera etapa fue una tarea casi maratónica. Recuerdo que alquilamos en junio y que teníamos que hacer el Chalupazo - encuentro de payasos que organizó el Circuito durante muchos años-. No podíamos alquilar dos lugares a la vez, así que tuvimos que acondicionar este espacio en poquísimo tiempo. Éramos unas 100 personas aquí adentro, que tiramos paredes abajo, rasqueteamos el piso, pusimos luces. En fin: preparamos el lugar en tiempo récord, estando casi 24 horas acá adentro. Hay fotos de aquellos días en los que se nos ve a todos metidos en una nube de polvo. Después, de a poco, se le hizo el piso nuevo, se cambió la instalación eléctrica. Progresiva y continuamente fuimos cambiando cosas todos los años. Y seguimos haciéndolo.

-¿Cómo decidieron y quién hizo el mural de la fachada?

-Fue a partir de un plan que lanzó el entonces Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de hacer murales (al final creo que fue el único que se hizo). Nos anotamos en ese primer mural que iba a hacer Omar Gasparini, plástico del Grupo de Teatro Catalinas Sur. El mural fue, del algún modo, una ofrenda del grupo Catalinas al Circuito Cultural Barracas. Fue ese grupo el que propuso que éste fuera el primer mural que se hiciera con ese plan. Nosotros participamos en la realización, pero el diseño, la terminación y todo lo hizo Gasparini con su equipo, a partir de la memoria del barrio. En el mural hay historias y personajes de Barracas: una perrita que era del barrio, el que vendía quesos en la feria y otros. La gente traía fotos y a partir de eso se fue gestando. Si uno mira el mural desde San Antonio hacia Vieytes -las dos calles perpendiculares- ve que es cronológico, es decir, que empieza con la historia del barrio y termina con lo que es actualmente el Circuito Cultural Barracas.

- ¿Cómo se fue armando la sala estéticamente? ¿Cómo se fueron tomando decisiones estéticas sobre el espacio?

- Esto viene de antes. Viene de Los Calandracas y tiene que ver con los payasos, con el circo. Ésta debe ser la única sala que tiene la paredes blancas y el piso rojo, lo cual, aparentemente, es lo anti teatral. Siempre dijimos "¿Por qué no rojo y por qué no blanco y por qué no este colorido con cosas azules y verdes?" Quiero decir: esta sala tiene un colorido circense .Y eso tiene que ver con la onda con que nació el grupo Los Calandracas, una onda de circo, de carpa, de cosa ambulante. Jamás nos imaginaríamos una sala toda negra, por más que desde el punto de vista técnico sería lo ideal. Me agobian las salas todas negras. Pero acá se han hecho hermosas puestas de luces con las paredes y el piso de estos colores. También eso habla de que a veces hay preconceptos o límites que se pone uno. En los espectáculos que se hicieron acá nunca molestaron esos colores. Es más: hemos adaptado vestuario en función el color que tenía el piso.

- ¿De dónde proviene el dinero que sostiene el Circuito?

- De un montón de lados: de la cuota que pone cada uno de los integrantes (que a esta altura es un ingreso simbólico), de las entradas que cobramos por los espectáculos, de los subsidios de Proteatro, del Instituto Nacional del Teatro, y de subsidios varios que tenemos como proyecto de teatro comunitario, (más allá del espacio), del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de la fundación italiana ICEI, del BID, Banco Interamericano de Desarrollo, del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Todos los años el proyecto tiene un costo y lo que vamos viendo es cómo llegar a gestionar ese costo. Antes juntábamos lo que podíamos y en función de eso decidíamos los gastos. Desde hace unos cuantos años actuamos al revés: hacemos un presupuesto que consideramos se necesita para que el proyecto funcione y salimos a conseguirlo. Este accionar nos ha dado como resultado que siempre hemos podido juntar aquello que nos propusimos. Nos damos cuenta de que ése es un buen mecanismo, porque si no, uno no apunta a conseguirlo.

- ¿En este espacio se presentan sólo producciones del grupo?

- Sí. La sala es el espacio que tenemos como grupo. Es el espacio en el que nos reunimos, en el que ensayamos, hacemos funciones. Siempre está ocupado, salvo que algún amigo o compañero necesite un lugar para ensayar, en cuyo caso se la prestamos. Lo que sí, no lo alquilamos para otras producciones. No somos empresarios de sala, ni una sala independiente que se mantiene a partir de que haya muchos espectáculos, sino un proyecto comunitario que tiene un espacio.

- ¿Cómo funciona una sala como ésta en un barrio, en relación al púbico y a la concentración de espectadores que suele haber en el centro y en algunos barrios, llamémosle "top"? ¿Viene público del barrio? ¿De otros barrios?

-Viene muchísimo público de todos lados. Ése es un tema que también tiene que ver con la ciudad de Buenos Aires. En realidad, cuando en un lugar, sea donde fuere, hay algo que interesa, la gente va. Desde el punto de vista lógico y de estudio de mercado, un podría decir "¿quién va a venir a este lugar?". Ahora, cuando vos ves la sala llena, con gente de San Isidro, Lugano, Olavarría y hasta de Barcelona y de los lugares que se te ocurra, te das cuenta de que el tema pasa por otro lado. Pasa por el hecho de que este tipo de espacio, del mismo modo que el Galpón de Catalinas, tiene un producto exclusivo. El que quiera ver eso, tiene que venir al territorio donde se hace. Lo mismo sucede cuando hacemos la fiesta en la puerta del Circuito todos los primeros domingos de mes. Y lo mismo pasaba cuando hacíamos Los chicos del cordel, en un lugar del barrio más alejado todavía. Todos los domingos nos preguntábamos "¿Vendrá alguien?", porque no era una plaza por donde pasara gente. ¿Cómo se juntaban 400, 500, 600 personas todos los domingos? Creo que tiene que ver con lo que produce el teatro comunitario. Si querías ver Los chicos del cordel tenías que venir a Barracas. No es que después lo iban a dar en el San Martín o cerca de tu casa. Eso produce un movimiento de gente. A mí me gusta mucho estar a la entrada, cuando el público espera, porque se arma una cola de casi una cuadra. Escucho lo que comenta, sobre todo en este momento en el que todo el mundo está tan asustado. "¡Ah: está iluminado!" - dice uno- , "¡Yo tenía tanto miedo de venir!", acota otro. Son los miedos que se han establecido, que se han impuesto. Y uno los escucha mucho en boca de personas que están en la fila. Cuando dicen "¡Ay, nos animamos a venir!", me sorprende y a la vez me alegra que hayan hecho ese "doble esfuerzo" de sortear el miedo y acercarse a un lugar al que no vendrían jamás, si no fuera porque allí está eso particular que vienen a buscar.