El Espacio Aguirre cumple 10 años. Entrar a esa sala- escuela, implica toparse, en el corazón del hall, allí donde está la barra del bar, con una plantación de cañas que Marcelo Katz, fundador del espacio y director de la escuela, cuida amorosamente (las trajo hace años de Tigre y, contra todo pronóstico, logró hacerlas crecer.) También implica disfrutar de la comodidad de un singular sillón adquirido en el cotolengo de Pompeya, (retapizado y redecorado), con algún otro sillón que alguna vez supo ser de la abuela de Marcelo, así como con objetos estrafalarios provenientes de la escenografía de algún espectáculo, o bien, con un juego de sapo que no sabemos quién usará ni cuándo. Al fondo, tras este largo y luminoso hall, la sala principal.

Diciembre del 2009. "No habrá ningún festejo especial por los 10 años que acabamos de cumplir -decide Marcelo-. Los celebraremos trabajando en los muchos proyectos de estrenos y reestrenos previstos. Quizás hagamos un festejo a los 11 o a los 13 años (¡quién sabe!)". ¡Ya 10 años! ¡Increíble! Un período de notable crecimiento para este espacio que funciona en Villa Crespo, a una cuadra de la Juan B. Justo, hacia la derecha, y a pocos metros de la vía del tren, hacia la izquierda. No fueron poca la audacia ni poca la pasión que lo ayudaron a Katz a decidirse por este lugar enorme, sí, pero ubicado en un sector del barrio que en aquel entonces no era visto, precisamente, como un lugar para instalar una sala. Todavía hoy se inunda el sótano (aunque se dice que con las obras en el Arroyo Maldonado esto se acabará), pero Marcelo ha adquirido, en estos años, una bomba que cada vez que llueve saca el agua para afuera. Parece que tener un espacio es un gran placer y sostenerlo un menudo laburo.

-¿Cómo surgió la necesidad de tener una sala?

- Yo quería un espacio, una cocina para experimentar con mis clases y mis espectáculos. Me pasé varios años buscando, recorriendo la ciudad de aquí para allá, hasta que encontré este lugar, que reunía las condiciones que estaba buscando con respecto a tamaño, ubicación y precio. Una vez que entré me dije "¡uy! Se cumplió el sueño y ahora tal vez no haga nada con esto. Por ahí lo tengo que devolver, pagar la deuda y sacarme el fantasma de encima, la ilusión". Pero bueno. Empezaron a pasar cosas, tanto en lo productivo como en lo pedagógico, cosas relacionadas con lo soñado anteriormente: armar la escuela, la compañía. El espacio me ayudó mucho. Yo daba clases hacía tiempo y montaba espectáculos, pero tener el lugar me ordenó y me posibilitó experimentar mucho. Aquí hemos llegado a ensayar un espectáculo durante tres años. No quiero decir que si no tenés un espacio no podés ensayar mucho, pero en ese caso hay que ir con los bártulos de un lado para el otro, y cuando hay que pagar es muy bravo. En un espacio propio uno no paga el ensayo diario, pero sí el mantenimiento del lugar, es decir, paga de otra manera. Pero uno lo usa cada vez que quiere y no gasta por ensayar más o ensayar menos. Un espacio permite dejar la escenografía, tener un taller de realización y depósitos para las cosas. En estos 10 años construimos un montón de objetos para los espectáculos y eventos que hicimos. Entonces, de pronto, hoy podés ir al depósito a buscar tal cosa y decir "¡ah!, ¡mirá!: esto lo podríamos adaptar". Tener un lugar es cómodo, facilitador y además yo paso muchas horas aquí escribiendo y pensando. Es un espacio que me ayuda a imaginar.

- ¿Qué era este sitio antes de ser el Espacio Aguirre?

-Originalmente fue una carpintería, en los '40, de un inmigrante checo, creo. La carpintería era un oficio muy desarrollado en Buenos Aires. Luego fueron apareciendo las grandes empresas y otro tipo materiales, así que el oficio decayó mucho. Supongo que por eso, después, entre el envejecimiento de quien era el dueño de este lugar y esa parte de la historia de Buenos Aires, la carpintería que funcionaba acá cerró y el galpón se empezó a alquilar como depósito para diferentes cosas. Cuando yo entré era una fábrica de juguetes. Me pareció afín a nuestra tarea.

- ¿Desde el punto de vista edilicio era así como está ahora?

-No. Era muy distinto. Este lugar en el que estamos sentados -se refiere al espacio del bar del cual se habla más arriba- no existía. Era un pasillo. Aquí hicimos la barra.

-¿Cuál fue el criterio de reforma?

-Al principio fue "hagamos lo que podamos. Tengamos los vestuarios para que los alumnos se cambien, un baño para el público, y a la sala que hay en el fondo, que tiene todo el piso roto y una pieza en el medio, saquémosle la pieza y alisemos el piso". Eso hicimos. Todo el resto era un gran espacio que durante mucho tiempo funcionó como guardamuebles, para gente conocida o no, que nos traía sus cosas. Mucho más tarde, hace cuatro o cinco años, hicimos la sala de adelante, un espacio de ensayo que para nosotros es "la sala chica", si bien es más grande que muchos de los lugares en los que trabajé antes (11 X 6). En el comienzo era depósito guardamuebles y todas esas cosas. En una época me lo alquiló una mina que hacía perfumes, a quien se le había quemado su depósito por San Isidro. No sé cómo se enteró del lugar y vino acá. Estuvo uno o dos años haciendo sus esencias. ¡Entrabas y había un olor! Todo el día vainilla, limón, etc. Al principio era encantador, pero después era agobiante. Necesitábamos un poco de aire puro. Cuando se fue nos dejó unas enormes cuentas de llamadas de larga distancia. Miles de pesos. Nunca más la encontré en ningún lado. Se ve que quebró. Son cosas que uno va aprendiendo. Yo no le había puesto una línea para ella, sino que ella usaba la línea nuestra. Los últimos meses de depósito de alquiler que nos había pagado se nos fueron en cuentas de teléfono. Y hubo muchas cosas así: tuvimos un importador de mercadería china que disolvió su sociedad. Sus objetos de bazar quedaron acá como dos años.

-Usaban esos alquileres para subsistir.

-Sí. Toda esa mercadería que quedaba estaba tapada con telones y alambres. El público no se enteraba de que atrás de esos telones había montañas de tupers y farolitos. Además, el primer año alquilábamos el espacio para hacer fiestas y así juntar dinero, porque no llegábamos con las cuotas. La gente entraba a las 11 o a las 12 de la noche con una cara muy correcta, y salía a las 5 de la mañana en medio de un desastre, de peleas y vómitos. Yo sufría. Si bien contrataba algún alumno para que me ayudara a cuidar, no podía irme y me quedaba hasta las 7, cuando terminaba. Padecí mucho esa época. Pero hubo que hacerlo.

-¿Había que pagar un crédito?

-Un préstamo.

-Cuando decís "no llegábamos", ¿es porque hay más de un dueño, o vos el único dueño?

- Yo soy el único dueño, pero siempre hubo gente acompañando y siempre me gustó armar equipos de trabajo. Por eso hablo en plural.

-Lo pregunto, en realidad, porque me interesa saber quién tomó las decisiones. Por ejemplo ¿Por qué la sala es como es? ¿Se armó aprovechando lo que hay? ¿Existe en ella algo que hayan elegido en particular, por tratarse de una sala en la que se muestra clown?

-Las decisiones las tomé yo. Respecto de la sala nos preguntamos varias veces qué hacer. Cuando recién entramos, empezamos el trámite de habilitación, que quedó cajoneado hasta Cromañón. Luego de eso pasamos a ser una de las tantas salas independientes que está con la habilitación provisoria. Tenemos todo correcto (ya lo teníamos desde antes, porque yo soy muy obsesivo). Hubo que ir haciendo los cambios que las negociaciones entre las asociaciones de teatro y los organismos municipales fueron agregando. Nos queda modificar la grada. Muchas veces nos preguntamos si queríamos agrandar la grada, para que entrara más público (porque a veces queda gente afuera), y siempre terminamos priorizando tener más espacio escénico. Hay salas que tienen mucha grada y poco espacio escénico. Creo que es una ecuación que a cada uno le corre en la cabeza de acuerdo al teatro que quiera hacer. Son muchas cosas que se juegan ahí. Nosotros preferimos que haya como 11 metros de fondo para actuar, para ensayar y dar las clases.

Además, a veces actuamos acá y a veces salimos. Y en general, vamos a teatros con un espacio escénico importante. Entonces tener un espacio para ensayar que nos permita no estar muy apretados, está bueno. En cuanto a lo específicamente "clownesco", no hay en el espacio nada en particular. No conozco ningún espacio especial para montajes de clown porque el montaje de clown es un montaje teatral. Si entrás a nuestros depósitos y talleres de realización, sí vas a decir: "éstos no hacen Chejov, al menos no lo hacen de una manera convencional", ya que es un espacio lleno de objetos delirantes y de sorpresitas. Todo eso tiene más que ver con cómo se pobló el espacio que con el espacio en sí.

Después se hizo la sala de adelante, luego, recién hace un año, arreglamos la oficina, que era una lluvia de goteras. Antes, si llovía, había allí ahí 7 u 8 baldes. Se nos quemaron monitores, impresoras, en fin. Siempre tenemos una lista de prioridades de cosas caras que hay que hacer y hace un año le tocó a la oficina. Por otro lado, como estamos cerca de Juan B. Justo, tenemos un sótano que se inunda cuando suben las napas. No es que gotea, sino que entra de abajo. Llamamos especialistas que nos dijeron que ni tratáramos de sellarlo porque iba a ser carísimo para que quedara bien. Entonces desde hace unos años hicimos un declive para que toda el agua fuera para el mismo lugar. Hicimos, también, un pozo, y pusimos una bomba. Sacamos un caño para arriba que sube por la sala chica y de allí a la calle, volcando ahí toda el agua. Cada vez que sube el Maldonado, el sótano se llena de agua, pero la bomba la saca, la saca y la saca. Dificultades puedo contarte más: hace unos años el granizo nos rompió todos los techos. Por suerte teníamos seguro, pero el seguro no te da material nuevo, sino lo correspondiente a lo que tenías, es decir, techos de hace 30 años. Hubo, entonces, que juntar dinero para emparchar algunos techos y cambiar por completo otros.

-¿Esta sala no tiene subsidio del Instituto Nacional del Teatro?

-No. Hemos recibido por subsidio las consolas de luz y sonido. El subsidio de funcionamiento no. En algún momento nos presentamos, pero estaban cubiertos los cupos.

-Ahora que mencionás el tema del barrio, creo que esta cuestión del Maldonado le da una característica muy particular, aunque un tanto molesta.

- Ahora parece que se va a acabar, porque están haciendo dos túneles que vienen desde el río. La obra es por abajo, no a cielo abierto, y dicen que va avanzando 20 metros por día y que va a llegar un túnel aliviador hasta Niceto Vega y otro hasta la avenida San Martín. Supongo que en un año no va a haber más inundaciones y va a cambiar más el barrio, que, de todas maneras, está cambiando mucho. Cuando yo vine en 1999 era una zona muy de taller mecánico, de pequeña fábrica, pequeña industria, casa vieja. En ese momento creíamos que este lugar iba a modificarse. "Estamos al lado de Palermo - decíamos- (en Palermo es imposible comprar para los que no tiene una guita grossa)". Pensábamos que tenía que venirse el cambio, pero eso no sucedía. Compramos a fin de 1999. Pasó 2000. Y en 2001 se congeló cualquier posibilidad de que se modificara algo. Ahora, desde hace algunos años, sí se empezó a mover. Se fueron metiendo algunas productoras de publicidad, de tele, una galería de arte, un museo, casitas refaccionadas simpáticas y se fue poniendo más interesante el barrio. Ahora sí se expandió y se puso más lindo.

-¿Costaba traer a la gente hasta acá, en aquella primer época?

-Está muy bien ubicado el lugar. Es muy fácil de llegar. Pero al principio era raro que la gente no fuera al centro o a salas más establecidas. Ahora me parece que la gente hasta, a veces, dice "¡uy, qué suerte! ¡Hay algo bueno y no me tengo que ir al centro! No tengo problemas para estacionar, o puedo ir caminando si soy del barrio".

- ¿Y el barrio registra que hay un lugar acá? ¿O ustedes están aislados?

-La gente pasa, mira, pregunta, viene a las clases, o a algún espectáculo. Con la reforma de los últimos años, cada vez hay en el barrio más gente con hábitos teatrales. Antes, cuando todos eran talleres mecánicos, el barrio era menos propicio.

-¿Acá se presentan solamente producciones de la compañía y de los alumnos, o vienen otros espectáculos? ¿Hay funciones todo el año?

- Las salas subsidiadas por el INT van a porcentaje. Como nosotros no tenemos subsidio, cobramos un pequeño seguro. Los primeros años intentamos ir a porcentaje, pero en algunos casos salimos muy mal parados, teniendo que poner dinero para la aventura teatral de otros, que te prometían que iban a traer gente y después no traían. Al boletero igual había que pagarle, al operador de luces también. En un momento, luego de dos tres años de algunas que salieron bien y otras que salieron mal, decidí afrontar solamente mis producciones y no las de otros. Por eso cobramos un seguro que nos permite afrontar todos los gastos. Este seguro, si bien no es caro, excluye a mucha gente. Hay quienes quieren ir a porcentaje y buscan otras salas. Pero hay gente a la que le gusta el espacio y, como no le pedimos un seguro caro, si de verdad cree que va a traer público, igual le conviene. Están los que quieren montar su espectáculo aquí porque le gustan los colores y la disposición del lugar y en esos casos hacen aquí sus temporadas. Pero eso no tiene fecha. Se da o no se da. Por otro lado, a veces hay producciones nuestras (éste año va a haber) y están nuestras muestras. Y a mitad de año solemos hacer un varieté. En fin: hay muchas cosas, pero de pronto tenés dos meses en los que no hay nada.

-¿Cómo bancás la sala?

-La escuela sostiene la sala, el equipo que trabaja, los profes, los montajes. De la escuela sale todo. En los espectáculos a veces se recupera y a veces, no.

-No hay muchas salas en Buenos Aires en las que se pueda ver espectáculos de clown.

- No. Específicamente dedicado a clown, bufón y máscara éste es el único espacio que hay. Y, que yo sepa, incluso en Sudamérica. Hay buenos profes y buenos cursos, pero un espacio, no estoy al tanto de que haya.

-¿Por qué?

-En principio porque no hay mucha gente que haga clown, en proporción a la gente que desarrolla otras formas del teatro. Por otro lado, porque es difícil tener un espacio y llevarlo adelante. Yo más de una vez me pregunté si tenía sentido. Incluso lo hice tasar pensando en venderlo. Hace unos años dije "y... yo lo taso, y si me da la guita como para devolver el préstamo, quedarme con algo y estar tranquilo, por ahí lo hago". En realidad lo tasé para ver, pero no daban los números.

-¿Todavía estás pagando el préstamo?

-Sí. Y varias veces me pregunto si dejar todo y dedicarme a dar clases de vez en cuando, sin la megaestructura de una sala, una escuela. Sólo los que tenemos lugares sabemos los problemas que hay para mantenerlos. También, los placeres. Yo lo decido y estoy contento con mi decisión, pero lleva muchos dolores y esfuerzos, mucho dinero y energía. Tal vez por eso, también, no haya mucha gente que quiera tener un espacio. Habilitar, instalar, lidiar con un montón de temas de los que uno no tiene idea ni quiere tenerla, no es algo fácil. Yo pienso que la gente ni se imagina la cantidad de vericuetos, trabas, peleas, juicios, gastos que uno atraviesa. Al principio yo no tenía mantenimiento. Terminaba de dar las clases y me quedaba todas las noches pintando con pintura barata. Más adelante, con algunos alumnos, pintamos el fondo para hacer un espectáculo. La vereda la hice con un albañil del barrio, y le incrusté venecitas y mosaicos que me regalaron unos amigos. Quedaba de cama cada vez que hacía esas cosas. Desde hace unos años tengo un pequeño mantenimiento que resuelve algunas cosas. Lentamente se va haciendo más fácil. Cada vez se va mejorando la estructura de organización. Estamos en una etapa en la que intentamos funcionar mejor como productora, como escuela y como espacio. Pero tuvimos que probar mucho para llegar a este orden.