El simplón

La posguerra del 45 es el marco en donde transcurre esta obra. Una familia numerosa vive en la periferia, sólo uno de sus miembros tiene trabajo y con su salario deben vivir todos. La madre junta achicoria y verduras silvestres, con el pan racionado son los únicos manjares que día a día pueden comer. Conforman la familia el Abuelo, hombre fuerte de cien años que fue albañil y trabajó en las grandes obras de ingeniería de fines de siglo XIX y principios del XX, su Hija, que lo atiende y que ante todos lo llama el “elefante”, los hijos de ésta, su segundo Esposo y sus nietos. Una mañana llega ub obrero y dice ser un amigo del Abuelo. Tiene la cara negra, ya que trabaja por los caminos con el asfalto, y los niños enseguida lo apodan Cara de Humo. Y es justamente este desconocido quien empieza a develar las cualidades de los elefantes y les cambia las maneras de ver las cosas. Invita a todos a un pequeño festín, manda a comprar vinos y anchoas. El Abuelo ya no oye, no ve, no habla, no camina sin ayuda, sólo come mucho, pero el visitante a través de su simpleza y su música logra revivirlo. La Hija le pregunta, sobre la muerte de los elefantes, y el hombrecito cuenta para asombro de todos, que tiene cementerios secretos. Luego, borracho y temblando de frío, se marcha. Al día siguiente el abuelo comienza a hablar y a preguntar cómo es la muerte de los elefantes. Euclides, el hijo que trabaja, cuenta que a Cara de Humo lo encontraron muerto de tuberculosis por el humo de su trabajo. El Abuelo una madrugada se levanta solo y se va... como los elefantes, Juntos.
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