Sábado, 10 de Enero de 2015
Lunes, 26 de Marzo de 2001

Mas allá del bien y del mal

Una típica oficina “bien argentina”, nos espera para introducirnos en este espectáculo. No falta el viejo escritorio petiso y rectangular de madera ya gastada, ni el termo y las tasitas de café apoyadas en un estante, mucho menos alguna virgencita cerca de la puerta (para santiguarse antes de llegar a la esquina), las raídas persianas americanas de la década del 60´, y como no, una vieja máquina de escribir lexicon. Pues bien, esta no es una oficinita cualunque, ya que aquí se combaten las “negociaciones de Round Producciones”, si de boxeo estamos hablando... En escena se encuentra Natalio “el empleado de confianza” de un ex-boxeador devenido en manager y productor de pugilistas; junto a Olmos, un romántico mafioso itálico que tiene un secuaz drogadicto (el Matagente); los tres en guardia para robar la recaudación de la última pelea; mientras que en la extra - escena se encuentra el gerente y su secretaria seductora, con los bolsos llenos de dinero. La obra gira alrededor de temas tales como la lealtad ofrecida al empleador, la tentación de estar siempre cerca de tanto dinero y no poder tocarlo, de mantenerse dentro de la ley o desviarse, además del tema de la valentía del criminal frente al temor mediocre del oficinista. Y si sumamos a esto el contexto argentino, la palabra “confianza” puede tener muchos matices en el transcurrir de la representación. Como bien dice el programa en la sinopsis ...”como en la vida nada es lo que parece”... estos personajes no confían en nadie, se mienten entre ellos constantemente, ninguno es lo que dice ser, todos esconden algo, la secreta creencia de ser el que se salvará al final de la salidera. “Hombre de Confianza” dirigida por Julio Baccaro presenta algunos problemas de dirección: La puesta se apoya en las actuaciones y éstas no encuentran un ritmo satisfactorio. En relación a los protagonistas de la obra: el personaje de Olmos (Juan Carlos Dual) intenta darle dinámica al espectáculo, pero queda a medio camino al tener a un Natalio (Aldo Braga) que pareciera seguir su propio timing sin pensar en cual es el tiempo que la representación le está exigiendo, por lo que se producen intermitencias en las escenas más importantes del espectáculo. Por ser una comedia, esto que detallo se evidencia más porque el género se caracteriza por el ritmo rápido de la acción y el embrollo de la intriga, así el espectador se encuentra buscando continuamente ese gesto, ese asegurarse de la risa que si bien encuentra por momentos, no llega a la altura que la obra de Roberto Perinelli exige para su realización. En relación a los demás personajes, siguiendo esta falta en la dirección aparece Matagente (Leo Granulles), aunque no sea uno de los personajes mas definidos en el nivel de la historia, su actuación es acertada porque la desplega en un tiempo justo, a diferencia de los demás, evocando creíblemente la construcción del cocainómano ladrón. Hacia el final aparece el Gerente (Aldo Pastur) rememorando el estereotipo del boxeador sin innovar, si se tiene en cuenta que existe como referente a la euforia televisiva del “campeón”. A éste se le suma la Secretaria (Maria Laura Berch), sobria en su papel. Así, avanzando hacia el final, se renueva un poco esta visión de falta de ritmo en la relación de los personajes. Pero a esta altura el espectáculo tuvo altibajos ya difíciles de controlar. Estos comentarios acerca de las actuaciones creo que se desencadenan por una dirección que tal vez no pudo detenerse en estas observaciones. Los arpegios de comedia al son de los suspiros de pasión en las entradas y salidas de la sensual secretaria, como los sonidos de los disparos que se escuchan desde la extra - escena, son acertados, aunque parezcan un detalle secundario asustan en su realismo, y cuentan con una precisión en su correlato con la realidad, que muchas veces faltan en tantas obras de teatro argentino. “Hombre de confianza” nos lleva a reflexionar y me hace decir que: la gran rueda del robador – robado, en Argentina no suele detenerse. La competencia por ocultar quien es el bribón la gana el más imprudente.
Publicado en: Críticas

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