Domingo, 01 de Febrero de 2015
Lunes, 13 de Septiembre de 2010

Eros se pasea desnudo/a

Por Ale Cosin | Espectáculo La idea fija

La danza moderna y contemporánea ha usado (a veces, abusado) del desnudo, principalmente porque es el cuerpo su objeto y materia. Y lo ha hecho de forma etérea, burda, bella o funcional... Lo ha usado de muy diversos modos, persiguiendo diferentes objetivos. Desde los puramente dramáticos hasta los exclusivamente estéticos, pasando por el más amplio abanico de combinaciones. Pablo Rotemberg en La idea fija, va directo al punto: al erotismo, al cuerpo erótico. Erotizado, incluso, hasta volverlo mecánico. Una máquina de sexualidad por momentos bella, por otros cómica, todo el tiempo extremadamente lubricada.

Rotemberg se da varios permisos, avalado por una trayectoria impecable, por una poética ya consolidada, por largos ensayos minuciosos y por seis intérpretes que llegan a la justa medida. Enumero las que creo son esas licencias harto fundamentadas: en primer lugar, no pierde tiempo en justificar las escenas, en buscarles linealidad o una narrativa unívoca demasiado descriptiva. En vez de eso, las suma rítmicamente, quizá por su bagaje como músico, de modo similar a cómo escribe los textos (en esta pieza Vanina García, una joven actriz inolvidable, interpreta uno), buscando que el espectador delinee personajes polimórficos, situaciones y emociones extremas que logran extrañar más que crear empatía. Por otro lado, y relacionado con lo anterior, hace bailar y actuar a los intérpretes despiadadamente. Consigue una pieza de danza, de la más pura, al mismo tiempo que produce una dramaticidad reconocible, basada principalmente en el humor. Sin solución de continuidad. Bailan todos -incluso los actores, la ya nombrada Vanina García y Mariano Kodner, quien pone una cuota de ternura y torpeza muy cuidados- y actúan también todos. Pero además los hace cantar, añadiendo un momento de delirio absoluto (el clímax es la canción Buen amor de Raffaella Carrá) en el que dan ganas de entrar a escena a delirar con ellos. Por supuesto, se destacan solos, dúos y tríos de una calidad de movimiento y una dinámica espaciotemporal que dejan felices a los amantes de la danza y sorprendido al resto.

Por último, y encadenado a lo anterior, vuelvo al erotismo. Un erotismo desacartonado, que por momentos se vuelve pura plasticidad y por otros comicidad. Y ese amplio rango se da con recursos teatrales -y dancísticos, claro-, y no echando mano, en ningún momento, a lo burdo, a lo soez. Más bien hay cierta burla a la mecánica del sexo, de la actividad sexual, y también al discurso cristalizado sobre el sexo y sus variantes íntimas o banales. Una burla tierna, una burla estética, una burla pensante; porque la sexualidad habla sobre lo humano por encima de lo supuestamente instintivo. Allí están los fetiches -es muy gracioso en particular el pelo largo (pelucas), que no sólo se usa como objeto erotizante, sino como tótem de la danza contemporánea-, la ropa ad hoc, los gestos repetitivos, las estilizaciones de las poses, las fantasías, los modelos publicitarios y, por supuesto, los cuerpos desnudos, completamente.

Publicado en: Críticas

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