Jueves, 01 de Enero de 2015
Martes, 28 de Julio de 2009

Para olvidarse el miedo

La primera impresión oscila entre remitirnos al texto de María Elena Walsh y al título de Edward Albee ¿Quién le teme a Virginia Woolf? Como se trata de un infantil nos inclinamos por la primera opción, pero nos equivocamos. Al fin y al cabo, ella elige ese nombre porque queda lindo y porque ha decidido convertir al duende en un ser "inofensivo y juguetón con sonrisa de choclo".

El teatro Empire nos recibe con alcohol en gel en la puerta. Uno muestra las entradas y a cambio viene el alcohol.
Pasada la coyuntura, viene lo importante: el espectáculo.
Nos recibe un escenario poblado de instrumentos musicales, con un cartel que reza "Tutú Marambá", a cuyo costado hay una pequeña escenografía. Los protagonistas salen al escenario y lo primero que nos cuentan es quién es Tutú Marambá. Grupo de amigos, cada uno presentará su perfil: el líder, el miedoso, el políticamente incorrecto, o, tal vez, su característica física: el petiso. Esta determinación será la que constituya el hilo conductor de este recorrido por ¿Quién le teme a Tutú Marambá?
Sin "disfraces", por decirlo de algún modo, jugarán cierta identificación con los chicos con un objetivo específico: mostrar que todos podemos tener miedo a algo y que el mejor modo de superarlo es reconocerlo y enfrentarlo (ya sea con palabras mágicas, con bailes o con canciones).
Decíamos que existe un hilo conductor, pero también existen varias ramificaciones para dar lugar a bromas, cuentos (como el del rey y los chanchitos), aventuras (como la visita para transformar a la bruja en alguien bueno), juegos...
Ahora bien: la propuesta está llena de pequeñas sutilezas. Por ejemplo, el cuento propone un monarca tiránico y un pueblo que se reúne para engañarlo. No para vencerlo con la violencia, sino con la astucia, dedicándose a poner una serie de chanchitos a dieta (sí, tal cual, en realidad a tres tipos de dietas distintas que serán coreadas en simultáneo por el público menudo y no tanto).
Las palabras mágicas que conjuran el miedo sirven para las brujas, para los monstruos, para los duendes y también para los dictadores.
Desde el principio nos avisan que van a contarles/cantarles un conjunto de verdades a los chicos y justamente esto es lo que sucede: son los grandes los que inventan tanto el cuco como la siesta.
En este universo en el que el miedo es enfrentado y desenmascarado, Tutú Marambá pasa de ser una criatura que asusta a un títere manipulado por alguien conocido.
Todo un símbolo. El miedo se oculta tras las sombras. Para derrotarlo alcanza con prender la luz.
¿Y esto es todo? No, falta un pequeño detalle (a decir verdad, más que detalle): habíamos mencionado los instrumentos en escena. Es que esta gente, además de contar historias y divertirnos con sus ocurrencias, hace música. ¡Y qué música! Un potentísimo rock que suena muy pero muy bien.
Tanto las canciones propias como los arreglos de algunos clásicos infantiles son una verdadera fiesta. Habrá que agregar que, en ningún momento, esta banda deja de jugar.

Publicado en: Críticas

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