miércoles, 17 de abril de 2024
Martes, 23 de octubre de 2007

Y la mujer, acaso crezca desde el suelo

Un objeto que habla de la pérdida, de la destrucción, de la desaparición de objetos. No habla de sí. Habla de otros.” J. Johns.

Un cuadro que habla, descripción mediante, de cuerpos y de pérdidas de cuerpos. Y de ideología y de pérdida de sueños. Un museo que habla en presente, ¿de cuántas cosas habla al mismo tiempo?

 

Todos sabemos bien que muchas veces nos enfrentamos a puestas sumamente interesantes, que nos hacen reflexionar, pero que no nos conmueven y otras veces asistimos a otras que disfrutamos enormemente, pero que nos dejan sólo la sensación de ese goce.

Acaso crezca desde el suelo, tiene la extraña particularidad de conjugar ambas cosas. Y justamente por ese carácter, todo lo que se diga aquí, necesariamente pobre e incompleto, no alcanzará a dar cuenta de ella.

El punto de partida: un cruce entre Descripción de un cuadro, de Heiner Müller y retazos de la vida de Rosa Luxemburg.

El texto de Müller es sencillamente maravilloso (para los que de las palabras esperan caos y no orden, para los que consideran que ellas pueden construir un mundo y no simplemente dar cuenta de un universo extralingüístico). La vida de Rosa Luxemburg es, cuanto menos, impactante.

Entramos en un museo. Un cordón establece nuestro límite de paso. Más allá, el reino del pasado. Los vínculos entre la instancia del museo y del teatro han dado resultados sumamente productivos. Ésta no será una excepción.

Luego nos revelan un cuadro. Y dos personajes bastante particulares: ¿un ordenanza?, quizás, y una especie de presentador, (¿de qué?), iniciarán la descripción.

Resulta que esa descripción es producto de la escritura de Müller, por lo que el horizonte de expectativa de los inmóviles visitantes, cae estrepitosamente, no tarda en ser defraudada a los pocos segundos de escucha.

¿En qué consiste describir un cuadro? En reconstruir verbalmente una percepción visual. No para el autor alemán, que lo que hará será sumar un relato para constituir la escena congelada en una consecuencia de acciones anteriores o en un punto de partida para acciones futuras. Sucede, que con suma inteligencia, los hacedores de Acaso crezca desde el suelo, llevan adelante el mismo procedimiento, entonces transponen el texto en cuerpos, espacio, objetos, gestos, movimientos. Y con el cuadro, que observamos, hacen algo semejante. Si a esto hay que sumarle la hipótesis de que esa mujer que “acaso crezca desde el suelo” podría ser Rosa Luxemburg, es posible imaginar el atractivo resultado.

Los objetos que ponen en juego son sencillos, pero altamente significantes. Habitan el espacio diferentes carreteles que devienen mesa, silla, jardín, tumbas. Los paneles ocultan y develan, se convierten, ya en el vano de una puerta, ya en tribuna.

Como si fuera poco, a la bellísima puesta en espacio, agregan una apelación política. Inscriben el mundo utópico en el que se soñaba con el cambio, con un universo más justo, un mar de puños cerrados y brazos extendidos.

El punto de partida pudo haber sido un texto y ciertos datos biográficos de una mujer. El de llegada es absolutamente imposible de prever.

Publicado en: Críticas

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