Domingo, 11 de Enero de 2015
Martes, 04 de Julio de 2006

¿Qué pasaría si todo esto fuera una novela?

Por Edith Scher | Espectáculo Novela

¿Y si fuera una novela, con todos sus clisés, sus tópicos habituales llevados al extremo, un modo de entender la vida? ¿Y si se mezclara a tal punto con ésta, que por momentos costara distinguir qué le corresponde a la ficción y qué a la realidad? ¿Por qué en esa casa todos pactan jugar ese juego? Quizás sea porque dentro de sus leyes de funcionamiento haya menos desamparo, o bien porque allí  todo está ordenado como un deber ser que explica,  contiene, consuela, ayuda a seguir esperando, tal vez eternamente…En fin,  ¡quién sabe!

“Esto es un juego... entre mis hijos... yo... y un hombre ausente”, dice la madre, luego de avanzar por un camino de luz, que la destaca como una estrella de los ’50, impresión que acentúa el vestido de época. De esta manera, inaugura el espectáculo y, al mismo tiempo, delimita el terreno en que se moverá la obra. En la síntesis de este texto y esta luz está contenido todo lo que vendrá. Todavía no hemos visto la casa como estudio de televisión, con sus paneles móviles, ni los títulos que se proyectarán (¡hasta los créditos!),  no hemos escuchado la recurrencia de ciertos parlamentos que una y otra vez insistirán en recordarnos la estrecha relación que hay entre el argumento de la telenovela y la vida de esta familia. Aún no han sido mencionados en  la escena Amanda Triunvirato ni Dalmiro Astrada, quienes sólo con la sonoridad de sus nombres evocarán el mundo enrevesado de las tres de la tarde en la pantalla chica. Sin embargo, intuimos de entrada que se evoca determinado universo,  que hay un acuerdo para meterse en él y jugar dentro de sus reglas, y que algo de la vida íntima de esta familia tiene que ver con eso.
Para sintetizar de algún modo la manera de contar del espectáculo podríamos decir que conviven en él el intento de jugar a la novela, encarnando sus personajes, junto con el de mirarla y contemplarla.
Por un lado, el movimiento de los personajes, e incluso su desplazamiento, está pautado de manera tal, que queda en evidencia su carácter convencional, es decir, que no hay en el movimiento naturalidad ni ilusión de realidad. Éste no llega a ser coreográfico, pero está armado como un mecanismo de relojería, está puesto. En cuanto a los personajes, éstos a veces dialogan sin mirarse y sin entrelazar el diálogo. Primero uno dice todo su parlamento como si el otro contestara (aunque no lo haga), y luego el otro responde de la misma manera. También hay escenas en las que alguno describe las acciones que ejecuta otro y situaciones con monólogos de cara al público. El espacio usa diferentes alturas y profundidades, utiliza cortinas que se abren y se cierran, muestra permanentemente su intencionada artificialidad.
Con estas resoluciones, entre otras, el autor y director Matías Umpierrez, pone en primer plano el procedimiento, deshace la ilusión, como si todo el tiempo la obra recordara que está jugando a la novela.
Pero por otro lado, el espectáculo tiene escenas en las que la familia toda mira el televisor, o se encuentra reunida, momentos en los que sus integrantes parecen actuar de sí mismos y contemplar la ficción fuera de ellos. ¿Pero qué tan afuera?
¿Hasta qué punto la novela que miran no es la historia de ellos y hasta qué punto el orden y la jerarquización interna de la familia (hija rubia elegida, hija morocha villana, etc.) no funciona de acuerdo al esquema de roles de la novela? Todo está mezclado deliberadamente. Los límites entre una y otra cosa son difusos.
Los actores, Susana Tale, Eugenia Mercante, Delia Folgueira y Julián Vilar, consiguen integrar este universo con solvencia. La construcción de los personajes tiene en cada uno líneas bien definidas y personales, siempre al servicio de una propuesta global. Se percibe un sólido trabajo de equipo y la marcación de una línea de actuación muy clara, por parte del director.
Algunas preguntas surgen al espectador: ¿quién narra? ¿La madre?, ¿el hijo? ¿Narra el padre ausente, a través de la memoria de quienes lo evocan?, ¿narra la novela que se escucha por TV? ¿Acaso las hermanas? ¿O todos y cada cual desde su punto de vista? Las variaciones sobre un único tema, las mismas situaciones miradas desde el punto de vista de distintos personajes, o desde la voz que emana de la pantalla, parecen confirmar que se trata de una multiplicidad de voces que se combinan  para articular ficción y realidad de manera inseparable. Todos, de algún modo,  necesitan de la novela, aunque ésta no tenga un final feliz.

Publicado en: Críticas

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