Martes, 06 de Enero de 2015
Jueves, 04 de Mayo de 2006

Algo descarriló

Algo descarriló propone una forma vincular en espiral que se repite con sus variantes cada tres décadas. Esta forma pareciera oponerse a otra: aquella que intenta retener los retazos de la vida que se suceden instantáneamente y nunca vuelven.

Este espectáculo escrito y dirigido por Santiago Gobernori surgió en  2005, con motivo del Ciclo Nuevo Dramas Argentinos,  organizado por el Centro Cultural de España en Buenos Aires para difundir las obras de dramaturgos noveles. Además, recibió apoyo económico gracias a la obtención del Premio “S”, en 2004. Gobernori pertenece a una generación de jóvenes teatreros que se caracteriza por escribir, actuar y dirigir.
Este hecho encuentra su lógica al remitirnos a su formación teatral: en actuación Rafael Spregelburd y en dramaturgia la Escuela Municipal de Arte Dramático (E.A.D), dirigida por Mauricio Kartun.

Ahora, vamos a la obra.

Algo descarriló desarrolla el vínculo con todos sus vericuetos entre Quique, Nando y Micaela, seres que conforman un triángulo amoroso, que va dando sus giros o pasando la posta en el transcurrir de tres décadas: los gloriosos ’80, la convertibilidad de los ’90 y la actualidad posmoderna y al parecer más confusa. Un mismo espacio es el que se propone como sede del encuentro, los mismos elementos y la misma cerveza compartida, que con charlas de lo más superfluas, encuentran en el espectador cobijo para la carcajada.

Esta característica, que aparenta ser una decisión del director, de plantear un espectáculo que se sostiene muy bien desde la actuación y que sólo nos depara pasar un buen momento, es sólo la cáscara de un planteo más agudo.

Adrede y repetidamente podemos leer que se intenta remarcar la desconexión con la realidad; quedarse con lo más trivial de determinadas épocas y poner el acento en las modas que atraviesan a estos personajes en su totalidad: el dancing de los ’80,  los viajes a Miami de los ’90 -como signo del uno a uno y, por supuesto, de determinado status-, el envío permanente de mensajes de texto a la persona que se tiene al lado, el hecho de sacar fotos con la camarita del celular, hábitos estos últimos, muy propios de nuestra cotidianeidad actual.

Estos datos son parte del mundo que vivimos día a día y, también, del que se nos filtra por la radio, la tele, los diarios. Ahora bien: el hecho de que en Algo descarriló éste pase a ser el único mundo puesto de relieve, y que esté subrayado con flúo, ¿no nos estará enfatizando que evidentemente algo se descarriló? Este punto es el que, justamente, hacia el final de la obra hace que dejemos de sonreír y digamos: “¡Ah…, no era comedia!”.

Hay aquí personajes medio “depres” (el malestar de Micaela, la hipocondría de Quique, o la pusilánime personalidad de Nando), a quienes muy pocas cosas en la vida parecieran motivarlos. Una de ellas es el cambio de pareja, que comienza a transformarse de algo casual en algo enfermo, y que como un espiral circular, parece avivarlos.

Como en una repetición sin fin, sus hacedores se preguntan una y otra vez: ¿qué no hicimos para salir de esto? Tal vez, esta pregunta sea la última y la primera crítica que se propone como constructiva, para fugarse del círculo de ellos o del que propone el entorno.

 

Publicado en: Críticas

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