Jueves, 01 de Enero de 2015
Domingo, 13 de Noviembre de 2005

Decidí Canción

Por Karina Mauro | Espectáculo Decidí canción
La música es, quizá, el arte más democrático: todos pueden acceder a él y cualquiera puede adquirir su colección propia. Esta selección es mucho más que el grupo de temas que ha adquirido un sujeto, constituye la banda de sonido de su vida. No es curioso, entonces, que se tenga con ella una estrecha y hasta sintomática relación. La música marca edades, acompaña momentos, crea otros nacidos bajo su influjo, genera estereotipos, agrupa personas, divide a otras y dota de ingravidez a los cuerpos provocando la danza. Todo esto se halla más o menos expresado en Decidí canción. En una especie de minidisco del barrio de Almagro, en el que todo es escenario, Gustavo Tarrío compone un documental ficcional en vivo y en directo acerca de la significación que la música tiene para sus cuatro actores a los que se suma una "invitada especial". La obra se construye, en gran medida, merced al pulso de Diego Velázquez, quien arrolla todo el espacio escénico a partir de un notable (y por momentos agobiante) despliegue de energía. La iluminación de boliche y la música a todo volumen no dejan de acompañar la acción en todo momento. El espectáculo compendia todos los sentidos que puede adquirir para cualquier mortal su grupo de temas preferidos. Desde el relato de vivencias personales relacionadas con la música (quizá el recurso menos interesante de la puesta), hasta las prácticas más comunes: bailar y cantar frenética y espontáneamente, identificarse con una letra, traducir canciones del inglés para saber qué dicen (la versión de Hyper-ballad de Björk es uno de los momentos más logrados) o sucumbir a la fascinación por el cd como los chicos le rinden culto a su colección de figuritas. El espectador se siente interpelado ante las similitudes y diferencias entre sus propios hábitos y gustos musicales y aquellos que desfilan ante sus ojos (y oídos). Cuando hacia el final sobreviene cierto homenaje al cd, soporte que poco a poco se va perdiendo ante la irrupción de facilidades virtuales, etéreas e irreales que la marea tecnológica supo conseguir, queda claro que la nostalgia que se respira tiene que ver con una práctica que cambia. El cd (valuarte de la incorruptibilidad de lo grabado) ha estructurado un tipo de escucha, de disfrute de la música. En la vertiginosa marcha que inició el disco, que encerró el producto prescindiendo del productor, el cd llegó más lejos, posibilitando mejor que ningún otro soporte la fascinación por poseer el fragmento y repetirlo hasta el cansancio. El verdadero homenaje que lleva adelante la puesta (más aún desde lo formal que desde su temática) es al fragmento, a la escucha fragmentaria y a la repetición de una emoción conocida que se despliega hasta el infinito. Aspecto que con la volatilización del cd no parece detenerse sino agudizarse. ¿Qué escucharemos en el futuro?. ¿Un mismo tema que suena una y otra vez?. Si hoy la sensibilidad ante la música se reduce a decidir qué canción poner, Decidí canción lo plantea claramente, a partir de sus distintas formas de hablar de algo hecho para escuchar. Y todas para conjurar la insoportable levedad de la música.
Publicado en: Críticas

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